Por Alberto Blanco Rubio.
La magia de los cuentos es tan pura y eterna que he decidido relataros uno muy, muy breve, para despedir este año y brindar por el que está a punto de empezar.
«En una aldea muy lejana, un buen día de un final de otoño gris y lluvioso, un campesino que poseía un alma enturbiada por la tristeza y la soledad se encontró con un hada que le susurró al oído unas bellas palabras. Sin embargo, el hombre ni siquiera se detuvo a observar al cándido ser que le acababa de hablar. Siguió caminando, sin un destino fijo. A los pocos metros, un mago se puso frente a él y, entornando su mejor sonrisa, trató de que el hombre cambiase el gesto de su cara. Pero tampoco lo consiguió. El tosco labrador siguió andando, sumido en sus propios pensamientos. Pero de pronto, ocurrió algo inesperado. Todo a su alrededor se llenó de luz y color y, agarrada de la mano de un duende, apareció su mujer. Una lágrima comenzó a resbalar por la mejilla del campesino, incapaz de contener el llanto. ¡Cuántas veces había deseado que María estuviera viva! Pero sabía que aquella imagen era fruto de su imaginación. ¿O tal vez no?
María se acercó hasta su marido, ante la perplejidad de él, y le dijo en voz alta: «Sé feliz Benito porque yo siempre formaré parte de tu corazón. No permitas que la vida se apague en tu rostro, ni dejes de alimentar esa sonrisa que un día me enamoró. Mira en tu interior y deja que aflore la magia de tus sentimientos»
Después, se hizo el silencio y el labrador tan solo halló paz en su entorno. Nadie volvió a verle triste y su sonrisa alumbró sus días hasta que la muerte lo llevó a reencontrarse con su mujer en un 31 de diciembre. Tal vez por eso, aquel que mira al cielo a las doce y un minuto de cada 31 de diciembre, descubrirá en el Año Nuevo la eterna figura de dos amantes abrazándose»
¡FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS!