Todas las profesiones en una
Aprendo como un alumno aplicado que en la escuela de escritores se ha escolarizado.
Escribo sentada en un pupitre de oficinista, ya sean novelas o colaborando en una revista.
Cuando el dinero impone su poder corpulento, me siento como una puta vendiendo lo que invento sin poder intercambiar cariño con el aliento.
Hago malabares con las ganancias económicas al recitar en los bares.
Me agoto el pensamiento reflexionando sobre la moral de cualquier argumento.
Observo con dos ojos o cuatro todas las ofertas que idolatro.
Graduaba la audición hasta que aprendí a no seguir el guion.
Edifico desde el suelo una torre de manuscritos que le rasca la panza al cielo.
Diseño un estilo de Vida a los personajes, sean secundarios o principales. Decoro sus hogares desde el techo hasta los cristales, les maquillo todos los modales y hasta esbozo sus gustos musicales.
Viajo junto a ellos por paisajes de lo más bellos, donde los matasellos en vez de barreras tienen destellos.
Les ordeno si deben pensar como progresista o conservador, me comporto con ellos como un dictador.
Cuando me entran las prisas escribo para ganar la maratón aunque sea la única participante en la competición. Suena igual de irracional que ver a cien policías huyendo de un único ladrón.
Hasta me los cargo si estorban en mi narración. Ventajas del mundo de ficción.
Puede parecer que se reúnen todas las profesiones en una. Escribir es el único oficio donde el dinero no importa, porque la fortuna es saber tocar con el Alma la luna.
© Sara Levesque 2019
Gracias a Tierra Trivium por abrazar mis letras.