Esta semana Rosa García-Gasco nos trae un poema invernal con recuerdos de viejas leyendas y sin más preámbulos os dejo con Un lobo a la puerta.
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Un lobo a la puerta
La noche entera fuimos perdiéndonos a ciegas -jazmines secos en el aire, murieron hace tiempo las antorchas-. Vino después el lobo, se instaló en nuestra casa. La arañó por cien noches el lobo viejo. En silencio pedía hallar el paso franco, lastimero, infrasónico aullaba al viento en la noche perpetua. Tú, hipnótico, marchabas cegado entre jirones, brumas de sueño, sordo y enmudecido.
Una astilla bien hundida en la piel del alma.
Aullaba el lobo terco. Manos sucias manchaban su belleza maldita. Al despertar, el lobo dormitaba rebujado en sus ritos, en la luz amarilla redonda de la luna. Cundió el silencio.
Ya nada lo rompía. Comprendí que hace siglos que estábamos muertos.
No arañé más la puerta y aullé de pena.
Por Rosa García-Gasco