En este último miércoles de una primavera que no la hemos sentido como tal, Rosa García-Gasco nos trae un poema de amor para evocar esos buenos momentos con nuestros seres amados.
Pero tú
Me siento ante el teclado con tus labios en la memoria, aún. No ha pasado un minuto de nuestro anterior beso. Y estás, no se te olvide, en el cuarto de al lado. Te escucho, si me esfuerzo, en forma de tecleo cotidiano, garabato furioso en la pantalla. A veces te me acerco a acortar con mis besos ese plazo de ausencia renovable. Estás ahí, serena miel inunda tus ojos, voz de acunar dragones, de sanar torbellinos. Perdona si soy cursi, tantos años y que nunca -digamos, casi nunca- haya escrito un poema con tu nombre… Pero resulta que tú sabes todo de torbellinos y dragones. Sabes que no es tan raro que me ponga a recitar «Cabo Sounion» mientras cocinas. Sabes que estás en el frescor de la tarima cuando la piso al levantarme, suave, por que no cruja y despertarte pronto. En el aroma del café pululas y en este coco racional que escribe listas para la compra o piensa el menú semanal, intercalado de endecasílabos y silvas imposibles. Estás en el olor que permanece del sol en las toallas que has tendido y en el arroz y la ensalada verde, y en el recuerdo azul de aquella playa llena de atardeceres y turistas, y en la canción que escucho, y en las clases por video conferencia. Pienso que nunca acertaré a decirte, si no es con cada día y cada rato nada que alcance la mitad de todo, menos de la mitad de las tres partes… bueno, tú ya me entiendes. Y, sin embargo, tú, que habitas estas líneas locas y que no paras de reírte si me río, adivina, interpreta. Ya sabes lo que digo.
Por Rosa García-Gasco