Empezamos la semana y la temporada con una de nuestras nuevas secciones, Relatos al calor de la hoguera de Jaguar Negro, que nos llevará por mundos fantásticos para hacer que los lunes sean menos pesados. Y si os apetece leer el relato con música al final del mismo encontraréis una canción especialmente seleccionada por Jaguar Negro para acompañar al relato. Antes de dar paso a La voz en el agua comentaros que la imagen que ilustra esta entrada es una obra del pintor Jesús López.
LA VOZ en el AGUA
Aquella noche Ailean soñó con ella de nuevo. Estaba pálida y mojada. Se veía desnuda, porque sus ropajes se habían pegado a su fino cuerpo y le impedían caminar. Sola en el claro del bosque, su canción se oía en la aldea. Le despertó. Pero al muchacho le resultaba sumamente extraño que nadie más se hubiera despertado en su casa. Salió al corral. Las gallinas y el gallo también estaban fuera. Y el gato. Sin pensarlo, se dirigió donde creyó en sueños oír su canto.
En el claro del bosque solo habitaba la luz de media luna. Y un búho curioso cuyos ojos relucieron al recibirle. Volvió a casa y se acostó. No soñaría de nuevo con ella en varias semanas. Pero… ¡ el sueño era tan real y la imagen tan vívida! No osaba comentar a nadie sobre su imagen. Cuando volvió a verla no estaba mojada. No cantaba. Se veía serena caminando junto al riachuelo del bosque. Ella le miró y le indicó con la mano que le siguiera. En ese justo instante Ailean se despertó. Salió de casa y se dirigió al arroyo del bosque donde acababa de verla, ¡y allí estaba ella, brillante, rodeada de un aura plateada, sus ojos del mismo color! Extendió su brazo hacia él y ambos se dieron la mano. Caminaron juntos por la ribera del arroyo. Él quiso saber su nombre. Ella no respondió. Tras recorrer un largo trecho de aquella manera silenciosa, ella le soltó, comenzó a sumergirse en el agua, su larga melena la envolvía y ocultaba su cuerpo mientras ella continuaba su inmersión. «¿Dónde está? La corriente no cubre más que hasta la rodilla» Se acordó el muchacho, aterrado y al tiempo embelesado. Y ella volvió a cantar; su canción continuó escuchándose cuando su luz se apagó dentro del agua. Ailean sintió un frío húmedo en su mano, y la necesidad de tenerla. Y de conocer su nombre. Gritó al viento: «¿Dónde estás, ¿cómo te encontraré?» Amanecía.
Dos meses después el muchacho salió al bosque con su perro. La presencia de ella le llevaba al arroyo a menudo por las noches, sin que nadie supiera de estas escapadas, más que la luna. En un momento dado, escuchó unos ladridos diferentes de su can, corrió a ver qué ocurría: su joven amada yacía pálida, mojada e inerte justo donde se había sumergido cuando la vio por última vez. Su larga cabellera no brillaba ya, y la cubría por completo. Sus manos y pies estaban enredados por sus ropajes, como mordazas, tan mojados se hallaban, que le habían impedido caminar para volver a sumergirse en su arroyo.
Pasaron tres largos meses. Ailean languidecía sin soñar, ver, ni escuchar la canción de la dama del agua. Aquella noche su perro durmió junto a él: había caído una enorme helada y no era seguro que durmiera solo en su caseta. De madrugada, Corn comenzó a ladrar despertando tan sólo al muchacho. Este, al verlo tan sobresaltado, queriendo salir de la casa, se puso su abrigo y le siguió. El perro corrió al bosque y al arroyo, al mismo sitio donde había quedado inerte y sin luz la amada de su dueño tres meses atrás. Al llegar, el muchacho no podía creer sus ojos: allí yacía de nuevo ella, amordazada por sus propios ropajes, esta vez con vida.
—Pero, ¡¿Cómo puede ser?! ¿De donde vienes? ¿Qué te pasó?
La joven le miró con una profunda tristeza y señaló sus vestidos, empapados, atándole manos y pies, y una enorme lágrima corrió por su mejilla, uniéndose a la corriente. En ese momento, un velo se descorrió en su garganta, aspiró profundamente y dijo:
—Gracias —con una nota de música suspendida en el aire. Ailean se apresuró a desenredarle el resto de ataduras y dejarla libre. Ella sonrió, al tiempo que otra lágrima grande como cántaro de agua escapó y cayó de nuevo en el arroyo, lo que le permitió decir,
—No tengo nombre, estoy atrapada en el Agua.
—¿Y qué puede hacerse contra eso, Sinnombre?
—Tengo que elegir entre el Agua o las Tinieblas, por siempre. La luz del sol apaga mi propia luz y dejo de existir, me quedo sin espíritu. Me convierto en marioneta sin vida. Hasta que alguien se apiada de mí y me devuelve a la corriente de este mismo arroyo.
—¿No eres feliz en tu arroyo?
—No pertenezco al Agua. Soy una joven como tú, y mi deseo es volver a serlo. Pero tendría que luchar cuerpo a cuerpo contra quien me quitó mi esencia y me dejó desvalida.
—¿Quién fue?
—Un Sueño Fatuo.
—Puedes hacerlo. Yo te ayudaré a encontrarlo y a enfrentarte a él. ¿Qué necesitas?
—Sólo yo puedo enfrentarlo. Para ello, tendré que transitar de nuevo por tinieblas, sin ver la luz del sol, hasta reencontrarlo, y vencerlo en ese terreno de tiniebla y miedo.
—Comprendo, Sinnombre.
—Te he contado demasiado. Pronto amanecerá. Gracias por liberarme. He de volver a sumergirme. Adiós.
Sinnombre volvió a iniciar el descenso a su morada en la corriente, justo cuando un bello sol naciente despuntaba entre los abetos. Ailean y Corn retornaron a su techo caliente y a su cama, donde despertaron después de un buen rato, llenos de confusión.
A todas las hadas aventureras, para que luchen.
Por: Jaguar Negro