Cuadro de un pueblo pesquero al pie de uan montaña poblada de un bosque espeso. Autor: Jesús López

Relatos al calor de la hoguera: Madre

Esta semana Jaguar Negro nos trae un relato que escribió en mayo, pero que lamentablemente podría estar escrito la semana pasada y le acompaña una melodía que todos conocemos el IV movimiento de la sinfonía nº 9 de Beethoven conocido como el Himno de la alegría. Solo me queda añadir cuidaros mucho.

Madre

Ante todo: mi abrazo a familiares de fallecidos

Esta familia ha ocupado las noticias mundiales durante los últimos meses. Todos los hijos han acabado afectados por el coronavirus. Algunos han  pasado días en las unidades de cuidados intensivos. La mayoría se recuperó y ha vuelto a la normalidad. Pero, dramáticamente, alguno de ellos se quedó por el camino y la familia aún está pasando por el stress postraumático.

La última paciente, la madre, que ingresó con insuficiencia respiratoria, ha sido dada de alta hoy. Ha sido un proceso largo y penoso. No había respiradores en el hospital y sus pulmones estaban saturados. Le había comenzado a faltar el oxígeno, podía entrar en parada cardiorrespiratoria en cualquier momento. Expertos intentaron ayudarla, pero parecía  ser demasiado tarde.

La situación revestía dramatismo porque ella ha construido un hogar verdaderamente único a través del tiempo. Varias instituciones y ONGs se interesaron por su situación y ayudaron, pero no obtuvieron resultados reseñables. 

Cuando casi todo se daba por perdido y la enferma comenzó a verter lágrimas, provocadas por su alta temperatura… ¡ocurrió lo inimaginable! El virus, sin pretenderlo, obligó a sus hijos frenar y la madre Tierra, paciente de sus excesos, volvió a respirar. Sólo las aves emigraron. Las ciudades caminaron por el sosiego de sus calles y el silencio se hizo audible.

Del mismo modo en que el campo de siembra a veces ha de pasar una temporada en barbecho para después dar mejor cosecha, así ocurrió con la pandemia: la humanidad necesitó un descanso en su frenético ritmo de vida para volver a sentir y a emocionarse. Las personas se miraron a través de fronteras y se sintieron solidarias, ante un enemigo invisible . Los arsenales acumulados , los bloques políticos, las enemistades vecinales dejaron de existir. Un enorme paréntesis se cerró sobre todos, con el telón de fondo del miedo y la esperanza.

Ahora es mayo y huele a tierra mojada y a tormenta.

La Tierra ha salido de la UCI. Tal vez la humanidad, ahora sí, vuelva a respetarla.


Por Jaguar Negro

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