Prólogo de «Trozos de mi piel», David Puigbó

Somos frágiles, un conglomerado de células sabiamente dispuestas que alguien decide traer al mundo y una vez puestos en él, debemos aprender a vivir en precario equilibrio entre el sufrimiento y la felicidad.

«Aprender a vivir», una difícil tarea que no podemos obviar y que nadie en el mundo puede llevar a cabo por nosotros.

Así, sin un manual de instrucciones que nos indique con claridad qué camino es el que nos llevará hasta la felicidad, nos vamos debatiendo entre lo bueno y lo malo; la derecha y la izquierda; el arriba y el abajo; la carne y el espíritu; lo humano y lo divino… Y, sin saber en qué momento los tomamos, a veces recorremos senderos tortuosos que nos conducen a ninguna parte. O tal vez al sufrimiento y a la soledad, y al olvido de nosotros mismos.

David Puigbó tomó uno de esos senderos al conocer a «La Blanca», muerte disfrazada de princesa y, de su mano, nosotros también lo recorremos. Un viaje tortuoso, pero también lleno de luz y esperanza, que vamos descubriendo paso a paso, hoja a hoja en este punzante libro testimonial.

Porque este libro no contiene solo palabras sino, como su título bien indica, trozos de piel, que son, a la vez, trozos de un alma rota en pedazos y reconstruida a base de esfuerzo, paciencia y amor. Sobre todo amor. Mucho amor.

El amor de unos padres que estuvieron cuando más falta hacía, incondicionalmente, como suelen estar los padres; tendiendo la mano sin esperar nada a cambio. Aguardando el milagro en silencio y prestos, si es que eso fuera posible, a asumir en sí mismos el dolor del hijo:

 

[…] como padres habéis llorado, igual que yo, por mis errores. Habéis adelgazado cada kilo que yo perdía, recibido cada golpe que me daban, y no dormido cada insomnio que tenía. E imagino que mil veces os habréis preguntado en qué os equivocasteis. Y la respuesta es muy sencilla: en nada.

 

  El amor salvador de un hijo, acicate imprescindible para desandar los pasos dados sobre terreno pantanoso y reincorporarse a la sencilla senda de las cosas cotidianas. Esas que descubrimos, en ocasiones demasiado tarde, que son las que de verdad importan:

 

Gracias a ti que, sin tu saberlo, estás haciendo que tu padre sea una persona normal. Sí, normal, como esas que van al supermercado a comprar, o se toman un café con un amigo, o salen a cenar por ahí o a tomar una copa sin tener que desaparecer durante días.

 

En tus manos, lector, no tienes un simple libro, tienes una parte muy valiosa de David Puigbó, el autor que, al escribir, ha ido dejando en él el desgarrador testimonio de su contacto con el oscuro mundo de las drogas, en el que es tan fácil entrar y del que es tan difícil salir; al menos con vida.

Leélo con amor, porque el amor es la única fuerza que nos permite comprender, perdonar y salir adelante.

Tal y como dijo el poeta[1],

 

[…]Y si nada nos libra de la muerte,

al menos que el amor nos salve de la vida.

Nona Escofet Hernández.

[1] Velaza, Javier (2002), Los arrancados, Barcelona, Editorial Lumen.

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