Por la onomástica de la Virgen del Carmen, Alberto Morate nos trae un poema dedicado a la patrona de los marineros Nuestra Señora del Carmen.
Nuestra Señora del Carmen
Sabemos que aquí viven, entre cervezas, sonrisas y soledades, antes de llegar al mar, con la mirada olvidada, y hablando principalmente con los cuerpos, cientos de sentimientos, reflejo de un sentirse aislados, a pesar de que tras la llamada la señal dé comunicando.
Tristeza es una palabra atractiva para compartirla con alguien, porque entonces se torna en compañía. Veo señales de humo desde la playa y a los poetas hablando por gestos. Veo palomas sucumbir ante el calor, pero no sin antes haber de cifrado el mensaje.
Esta Señora se hizo al mar no para capturar peces, sino para someterse al designio del horizonte, su destino.
Hoy tu rostro lo forman las nubes. Tu cuerpo lo perfila la espuma, tus palabras las sacude el viento, tu sonrisa la dibuja el alba, tu pelo lo enmaraña la noche, tus dedos los oculta la arena, tus labios los besa un vaso, un alguien te vela sin dormirte, una estrella me describe tus actos, el amanecer me trae tu imagen descendiendo a lo profundo y vedado, perdonando tan torpe proceder. No quiero terminar con un etcétera y me encomiendo a tus designios igual que tú lo hicieras.
Sé que serás generosa y estarás ahí cuando te nombre, y aún siendo una aparición efímera me dejarás tocarte con mis dedos, no para cerciorarme de tu presencia ni para convencerme de que no es un sueño sino para evitarme una tristeza, señora de los mares, señora de las nubes y el viento, señora de la noche y el silencio, señora nuestra de las soledades y los náufragos, de la calma y de estos versos, nuestra señora del Carmen.
Por Alberto Morate