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Mujeres más allá del tiempo y la historia
LUCREZIA BORGIA
Probablemente, muchos os preguntéis, ¿otra vez Lucrecia de Borja?, que es como debería escribirse correctamente es castellano su nombre, y la respuesta es muy sencilla, sí, y por un motivo claro y a la vez necesario, la mayoría de mujeres que han pasado a la historia lo han hecho por malas, asesinas, brujas, incluso a Isabel la Católica, se le buscó el tema de la falta de aseo, cuando en aquella época era lo más habitual. Quizá sea, porque la historia, durante muchos años ha sido escrita por hombres, y bien se nos ha obviado o bien siempre hemos destacado por algo malo.
Esta vez, van a ser ojos de mujer, los que analicen uno de los personajes, junto a su familia, más controvertidos de la historia, y seguro que la percepción es totalmente distinta.
En pleno siglo XXI, nos escandaliza, y con razón, que niñas sean obligadas a casarse con hombres mayores, llegando algunas incluso a la muerte, pues bien, Lucrecia de Borja, (1480-1519), una mujer de la que se ha escrito mucho, pero de la que ni siquiera se tienen imágenes completamente fiables, y su historia se mezcla entre datos históricos y ficción; como la mayoría de mujeres de la época, fue casada unos dicen con trece años otros con catorce, con un hombre que no había elegido y por supuesto mayor que ella, ya anteriormente casado, Giovanni Sforza, vicario de la iglesia y señor de Pesaro; pero ¿quién pactó aquel matrimonio?.
Como muchos sabréis, era hija de Rodrigo de Borja, hombre de una gran fortuna, que se convirtió, en quizá el Papa más controvertido de la historia, Alejandro VI, que tuvo sus cuatro hijos, ya siendo pontífice, con su amante Vanozza Cattanei. Con estos antecedentes familiares, comprenderéis que careció desde su nacimiento de un entorno familiar normal, residiendo con su madre y teniendo un padre, que, de cara a la sociedad, no podía ser tal, y tuvo tres hermanos, Cesar, Juan y Joffre, y otros medio hermanos, hijos que tuvo su padre con estas mujeres, siendo Cesar, el más sanguinario de ellos, la sombra de su historia.
Pero regresando a ella, su primer matrimonio, solo significaba para su padre, que era más un Jefe de Estado, que un Papa, siempre en guerra para obtener más poder, riqueza y dominios, una buena alianza con una importante familia del norte, de Milán, los Sforza. Sin embargo, transcurridos unos cuatro años, su padre decide de nuevo, que esa alianza no es tan importante, y aduciendo que Giovani Sforza es impotente y el matrimonio no se ha consumado, consigue separar a su hija de su primer marido, y casarla con Alfonso de Aragón, dicen que como ella un hombre guapo y que fue al único marido que amó, y del que tuvo un hijo Rodrigo, muerto a los trece años, antes que su madre.
Sin embargo, durante toda la vida de Lucrecia, hay un tercer personaje que sobrevuela todos los acontecimientos de su vida, y es más influye en ellos, su hermano Cesar, y aquí de nuevo entran realidad y ficción, unos dicen que él siempre estuvo enamorado de su hermana, otros añaden incluso que era correspondido; lo que está claro, es que Cesar, mano derecha de su padre y siempre encargado de los asuntos sucios, entre motivos políticos y celos, intenta matar una primera vez a Alfonso, y no lo consigue, siendo herido por sus hombres. Lucrecia, enamorada como está de su marido, no se separa de él, pero Cesar debía cumplir su misión, un matrimonio más provechoso para la familia se está negociando y Alfonso debe morir, de manera que engaña a su hermana para que abandone los aposentos de su marido, y un hombre de su confianza se encarga de asesinarle, corría el año 1500 y Lucrecia con 20 años perdía no solo a su marido, sino a su amor.
Con la pena por la muerte del hombre que ama y un hijo pequeño, Lucrecia, tiene en puertas el que será su tercer y último matrimonio, pero antes que eso suceda, y quizá para consolarla por su pérdida o distraerla, pasado un año de la muerte de su marido es nombrada, bajo un gran escándalo de la curia, dónde el Papa, tiene desde el inicio muchos y también poderosos enemigos, administradora de la Iglesia y de la Santa Sede, aunque este es un dato polémico en el que no todos los historiadores están de acuerdo.
Sin embargo, pese a lo aquí explicado, la fama o la imagen de Lucrecia, con solo veintiún años, es ya muy negativa, probablemente por estar bajo la sombra de dos hombres a los que ella amaba profundamente, pero que no tenían ningún escrúpulo para aumentar su patrimonio y sus dominios, su padre, y su hermano Cesar.
Y es como casi siempre, con dinero, como consiguen el tercer matrimonio de Lucrecia, con Alfonso d’Este, hijo de los duques de Ferrara. Lucrecia, parte para Ferrara en 1505, con 25 años y pronto se convierte en duquesa de Ferrara tras la muerte del padre de su marido. No se conoce durante este matrimonio, más historia que un amor platónico con un poeta, ya que se entrega a las artes y a ser madre de sus hijos, menos Rodrigo, a quien su marido no le deja tener con ella en el seno de su familia y queda con la familia paterna, con quien muere, y dicen que sume a Lucrecia en una pena que incluso ingresa en un convento, de nuevo, dato que no está claro.
El 14 de junio de 1519, dio a luz a su octavo hijo, que murió en el parto, y diez días más tarde moría ella de fiebres, siendo enterrada en Ferrara dónde tenía el amor de sus súbditos.
Y llegados a este punto, me pregunto, ¿dónde está la envenenadora?, de ella incluso se ha dicho, que participó en orgías con su padre y su hermano Cesar, y que este, mediante una triquiñuela, en un juego a oscuras, hizo que su padre la confundiera con otra mujer y tuviera relaciones sexuales con ella, y que al darse cuente ninguno de los dos se arrepintió.
La verdad, es que la historia de esta familia, como seguramente, la de muchas sagas familiares de la época y de otras épocas, da para mucho, pero desde mi humilde punto de vista, el hecho de que su padre fuera Alejandro VI, y su hermano Cesar, no ha beneficiado nunca la historia de esta mujer, que murió con 49 años, y a la que le arrebataron a su gran amor y a su primer hijo.
Y es que, con permiso, la mujer, en la historia, ha sido una pieza de ajedrez, puesta para ganar pequeñas y grandes partidas, y sobre ella se ha puesto el ojo peyorativo de la sociedad patriarcal, e incluso en nuestros días, en nuestro país, siempre son las ministras las que reciben las peores críticas, incluso en su forma de vestir, algo que poco debería importar, ya que lo realmente importante es el desempeño de su cargo, sea lo mejor posible para los ciudadanos.
Por Nuria Barnés