Como ya se acerca el día del libro nuestro bardo nos trae una historia de dragones, caballeros, doncellas y rosas. Y para entretener este miércoles de cuarentena os dejo con este nuevo cuento de Josep Salvia Vidal.
Y ENTONCES SEREMOS ETERNOS
Ahora duermes, descansas. El día ha sido intenso, lleno de emociones y estás agotada. He matado al dragón que te tenía prisionera y tanto te asustaba. Le he clavado mi espada en el pecho en un ataque violento que la bestia salvaje no ha podido esquivar, al mismo tiempo que lanzaba un grito horripilante, similar un aullido, que ha resonado por todo el valle. Después ha caído muerto sobre el suelo. De su sangre derramada y caliente ha nacido una rosa que yo he cortado para regalarte, una rosa roja, preciosa y brillante. No te he dicho mi nombre pero soy el caballero que esperabas, tu caballero de refulgente armadura.
Yo no duermo, no puedo aún. La luz blanquecina que entra colándose sin permiso por la ventana parece de marfil. El cielo oscuro está plagado de estrellas que brillan como luciérnagas volando muy alto. Me has invitado a tu castillo, a tu casa, como muestra de agradecimiento por haberte salvado y me has ofrecido compartir tu cama después de una opípara cena. Ahora tu cuerpo desnudo es un paraíso yacente, tus cabellos son hilos de oro sobre la almohada, tu respiración acompasada por el sueño amable es un hermoso murmullo parecido al que provocan las olas del mar. Yo soy un cuerpo desnudo y dolorido por culpa de la lucha feroz con el dragón. Si fuese trovador, aprovecharía el silencio de la noche para componer una canción que cantarte al alba, pero soy hombre de guerra y no de letras. La rosa que te he regalado está en el suelo, sobre las piezas metálicas de mi armadura, al lado de la tela de tu vestido, justo delante de la cama con dosel de tu alcoba. Todo está en calma, quieto, el mundo entero duerme igual que tú.
Ahora sí me vence a mí también el sueño, los ojos se me cierran porque me pesan los párpados igual que dos rocas inmensas. Me tumbo a tu lado y me abandono, me entrego al descanso. Somos dos plumas ligeras impulsadas por el polvo de las estrellas, dos seres diminutos que viajan por el mundo inconsciente y caprichoso de los sueños dentro de un cascarón de nuez. Pronto saldrá el sol y el cielo se llenará con las llamas del amanecer que quemaran la oscuridad de la noche. Antes de dormirme pienso una última cosas: estoy cansado ya de la vida errante, de trotar por los caminos sobre el lomo de mi caballo, de ser un apátrida sin hogar, de no pertenecer a ninguna parte. Quizá haya llegado el momento de establecerse en un lugar, así que mañana te pediré si quieres que me quede contigo para siempre y espero que me digas que sí. La rosa que te he regalado se marchitará sobre las piezas metálicas de mi armadura ya inservible pero nosotros viviremos juntos buscando cada día la felicidad. Y entonces seremos eternos.
Por Josep Salvia Vidal