Los cuentos del bardo: La lagartija

Y acabamos el mes de la mano de nuestro querido bardo, con un relato inocente que nos habla de muchas cosas, solo es cuestión de fijarse en los detalles. Disfrutar de La lagartija de Josep Salvia Vidal y cuidar de ellas no vaya a ser que soñemos con una de ellas.

una lagartija pegada a una pared blanca

LA LAGARTIJA

Me despierto sobresaltado en medio de la noche por culpa de una pesadilla que me ha causado una profunda desazón. Estoy empapado en un sudor fío muy desagradable y mi frente es una superficie inundada por un diluvio. He soñado que era una lagartija y recorría a mi aire las soleadas paredes de un jardín donde florecían geranios, hortensias y buganvillas que era un primor. Se estaba bien al sol. De repente, aparecían unos críos crueles que me atrapaban y después de jugar un rato conmigo, acababan cortándome la cola con un cúter. La violenta amputación de una parte de mi cuerpo me causaba un dolor atroz y me retorcía igual que un reptil herido mientras esos odiosos niños se burlaban de mí. Y justo cuando sentía que perdía la vida dentro de mi sueño, me he despertado asustado.

Me quedo tumbado en la cama y me tranquilizo cuando observo que estoy en mi habitación, que todo está en calma, que soy un hombre y que mi anatomía permanece intacta. Me pregunto entonces hasta qué punto eso se puede considerar una resurrección y con esa idea rondándome la cabeza como una peonza sin cordel, me duermo otra vez.

Me levanto a la mañana siguiente un poco atontado, tengo la cabeza embotada porque he dormido poco y mal. La pesadilla de las lagartijas amputadas se ha repetido a lo largo de la madrugada aunque no siempre de la misma forma. A veces era yo la lagartija que sufría el tormento. A veces era yo uno de los niños que lo infligía. No sé qué significará ese cambio simultáneo de víctima a verdugo. Se me ocurre que podría mirarlo por Internet pero no me atrevo. Por si acaso.

A media mañana entro en mi estudio para escribir un relato para esa revista virtual con la que colaboro. Enciendo el ordenador y comienzo teclear. Estoy inspirado. Mis dedos son bailarines rusos de ballet encima del escenario del Teatro Bolshói de Moscú. Las horas tienen forma de cuento.

De repente, me detengo. Noto una presencia extraña que me observa desde algún rincón. Miro en derredor y me quedo mirando la ventana. Sobre el alféizar, muy quieta e inmóvil, hay una lagartija que parece tomar el sol tan tranquila. Me mira. No sé si tomármelo como una amenaza o una bendición. Me levanto. Me acerco a la ventana y el animal no se inmuta. Por si acaso, bajo la persiana. La sensación de alivio es absoluta. Regreso al relato y lo termino sin darme cuenta de que los protagonistas de la historia somos yo mismo y una lagartija que sigue tomando el sol sobre el alféizar de la ventana tras la persiana bajada.


Por Josep Salvia Vidal

Un comentario en «Los cuentos del bardo: La lagartija»

sonsolesmarope

¡¡Me encantan las lagartijas!! Son simpatiquísimas… Y las salamandras, una obra de arte. Gracias por un relato tan redondo como la Naturaleza.

31 marzo, 2021 a las 12:34 pm

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