Y para cerrar este extraño mes de mayo volvemos a tener a nuestro bardo, esta vez con un cuento plagado de magia y de premoniciones que quizás no lo sean tanto. Espero que disfrutéis con Ava en la noche y se cumplan vuestros deseos.
AVA EN LA NOCHE
Se llama Ava y siempre se ha dicho de ella que tiene poderes porque, según dicen las más viejas del pueblo, nació vestida. Como una sibila antigua. Como un oráculo que predice y vaticina. Es una mujer enigmática, rodeada por un halo de misterio, la más hermosa de las mujeres que hay por aquí. Su belleza es rotunda y ella lo sabe, es plenamente consciente de eso. El cabello negro cayendo en bucles más allá de sus hombros. Los ojos grandes que refulgen un brillo hechizante. La nariz perfecta, exacta en cada ángulo. Los labios carnosos de mujer exótica. El cuello delgado y estirado como una emperatriz romana. El cuerpo etéreo, grácil, esbelto.
Nos encontramos de frente por la calle un día a media tarde, cuando vengo de hacer la compra en la tienda de ultramarinos de Charo. Las bolsas colgando de mis manos desafían a todas las leyes de la gravedad. Nada más verme al pasar por mi lado, me mira fijamente. Enhorabuena Manuel, me dice, tu soltería está a punto de terminar. Ah ¿sí?, pregunto incrédulo. Sí, contesta ella, una mujer está locamente enamorada de ti y tú no tardarás en saberlo. Ah ¿sí?, vuelvo a preguntar mientras ahogo mi propia risa para no descojonarme en sus narices. No la rechaces, me advierte, porque es la última oportunidad que tienes para ser feliz de veras. Si lo haces, serás un desgraciado para el resto de tu vida. Y después de añadir esta frase que suena a amenaza, a mal de ojo, a predicción extraña de la mujer sabia del oráculo, sigue su camino calle arriba. Yo retomo el mío, cruzo la plaza de la iglesia, alcanzo la callejuela donde vivo y llego a mi casa.
Anochece. La silueta del pueblo es un conjunto de tejados recortados sobre un horizonte anaranjado. Llega la noche y la oscuridad se precipita sobre el mundo como si cayera del cielo. Y en el momento en el que corro a un lado la cortina para bajar la persiana de la ventana del salón, antes de cenar, antes de poner solo un plato en la mesa, antes de que mi soledad intrínseca me muerda de nuevo para devorarme, antes de que lamente el fracaso de todas mis relaciones anteriores, antes de que suspire por la existencia de tantos amores negados y relama todas las cicatrices que ellos han dejado en mi cuerpo, ahí la veo. Justo al otro lado de la callejuela estrecha, en frente de mi casa, distingo la figura de Ava recortada en la noche. Ella levanta la cabeza y me mira. Sonríe. Yo también. Nuestras miradas se cruzan y se enredan bajo la luz amarillenta y sucia de las farolas. Poco después, Ava, con todo ese halo bellísimo de misterio que la envuelve, cruza la calle y llama al timbre. Y entonces intuyo que no tardaré en saber que es ella la mujer que está locamente enamorada de mí.
Por Josep Salvia Vidal