Las piedras en el camino
¿Recuerdas la anécdota que te conté en el acantilado? Existen un sinfín de piedras en tu camino. Y en el mío. Y en el de todos. Las piedras no tienen sentimientos, pero tienen el poder de joder los tuyos.
Sus tamaños son diversos. Pueden ser tan pequeñas que ni nos enteramos de que las hemos pisado. Tal vez sean medianas y fáciles de alejar de una patada. O quizá sean tan imponentes que triplican tu estatura. Piedras convertidas en rocas que enloquecen tanto que no nos atrevemos a acercarnos a ellas, o las tanteamos cabizbajos, como ofreciéndoles la victoria en una batalla que aún no ha comenzado. Se plantan en mitad de tu camino para hacer tropezar tus pasos. Entorpecen tu pensamiento y crees que solo podrás avanzar si te colocas detrás de ellas y las empujas, permaneciendo a su sombra. Echándolas a rodar hasta la muerte. Hasta tú muerte.
Pero hay una solución. Detrás de su mole continúa tu trayecto. A lo mejor no puedes quitarlas, pero sí rodearlas, sortearlas, escalarlas…
Las piedras no tienen sentimientos, pero tienen el poder de joder los tuyos. Si te sientes perdida o cansada, recuerda que es natural. Mira hacia atrás y descubre cuántas piedras has superado con final feliz.
¿Soy una soñadora? Quizá… Pero a mí ninguna piedra, por muy grande y cabrona que sea, me atasca los pasos. No permitas que te pase a ti. Ya lo dije en una ocasión, no me importa repetirme: dime qué sueño no has cumplido, y diseñaré un camino con las piedras que te lo han impedido.
Gracias a Tierra Trivium por abrazar mis letras.