La vuelta al mundo
Descubrir en una semana el desierto de Atacama. Ilusión y euforia por el nomadismo de Mongolia. Escalada real en las montañas de Nepal. Descender por Katmandú hasta bucear con los tiburones de Ningaloo. Cueste lo que cueste, navegar el paso del Noroeste. Asomarse en Usuhaia al fin de mundo, solo durante un segundo. Aunque parezca un juego, derretirse en la Tierra de Fuego. Recorrer la ruta 61 de la música blues, ya sea en coche, moto, a pie o en autobús. Escribir sobre las calles empedradas de Francia, creando poemas impregnados por su fragancia. Unir a pie toda Sudamérica en una alternativa vuelta esférica. Prestar atención al reggae jamaicano y atreverme a bailarlo de tu mano. Alcanzar Sisimiut para dejar huella en su nieve, al menos hasta que el Alma se renueve. Resolver misterios en cualquier pueblo abandonado sin mirar hacia otro lado. A los Moais plantarles cara sin parecer una majara. Brillar bajo una nevada antártica y su purificadora experiencia catártica. La India para saborear sus especias coloridas en el auge de nuestras Vidas. Meditar sobre mi educación en la tierra de Japón. A la velocidad urbana regalarle una mueca desde un balcón en la República Checa…
Da igual qué lugar alcance o hasta dónde avance. El paisaje más bonito es el que nace dentro de tus ojitos.
© Sara Levesque
Gracias a Tierra Trivium por abrazar mis letras.