Con motivo del Día Internacional del gato me he decidido a desempolvar un relato de hace 12 años que escribí como ejercicio en un taller de escritura creativa y que dio la casualidad que una compañera, que se sentaba a mi lado, escribió un texto muy parecido sin que nos hubiésemos dicho nada. Así que sin más preámbulos os dejo con La visita.
La visita
Luis llega a su casa después de un extraño día de trabajo, donde le espera Bruno su gato. Al abrir la puerta nota algo raro, recuerda haberle dado dos vueltas a la cerradura y ahora solo ha tenido que quitar una. Además, le extraña que su mascota no haya venido a saludarle como habitualmente.
Escucha una voz de hombre que proviene del comedor. Se dirige hacía allí intentando pillarlo desprevenido. Al llegar a la entrada del comedor, ve sentado en su sofá a un hombre de unos sesenta años acariciando a Bruno sin que este de muestras de cabreo, cosa extraña ya que solo es así de sociable con él. Aún tiene su padre la marca del zarpazo que le pegó cuando le fue a acariciar hace ya cinco años.
Luis decide moverse hasta quedar en el centro de la entrada del comedor y preguntar al hombre, pero este se le adelanta.
—¿Qué hace usted aquí? Esta es mi casa—, interroga el hombre con un ligero tono autoritario.
—Pero usted que dice, si es la mía y ese es mi gato—, afirma Luis bastante sorprendido señalando a Bruno.
—No. Es mi casa, la compré hace treinta y cuatro años. Y Bruno es mi tercera mascota.
—¿Cómo ha llamado al gato?— , pregunta Luis extrañado por si había oído mal.
—Bruno, todas mis mascotas siempre se han llamado igual— responde de forma rotunda.
—¿Y usted como se llama?—, pregunta Luis sin dar crédito a lo que oye.
—Yo me llamo Luis como mi padre, mi abuelo y todos mis antepasados— responde el hombre con un tono de voz que le resulta familiar pero sin poder aclarar a quien corresponde.
—Vamos a ver yo me llamo Luis, el nombre también me viene de familia y mi gato también se llama Bruno. ¿Me puede explicar cómo ha entrado?— Inquiere Luis ligeramente cabreado.
—Pues con mis llaves, ¿como sí no?—. Explica el hombre del sofá mientras saca un llavero tipo tríptico, lo abre y le muestra su contenido a Luis.
—Si esto es una broma mejor que se acabe—. Dice Luis más molesto que antes, ya que el llavero y su contenido eran completamente idénticos a los suyos. E incluso el gesto que había realizado el otro Luis al sacarlo del bolsillo delantero derecho del pantalón era idéntico al que hacía él.
—No es ninguna broma y no le comprendo a usted, aparece en mi casa afirmando que mi Bruno es su gato y que esta casa es la suya, diciendo que se llama igual que yo, e imitando algunos gestos míos—. Expone el hombre mucho más calmado que Luis, el cual está a un paso de entrar en cólera.
—Pero si usted es el que ha ocupado mi casa sin mi permiso y el que me imita. Váyase de mi casa o llamo a la policía—. Afirma Luis bastante cabreado y cerca de saltar contra el otro Luis.
—Llame a la policía, pero ¿qué determinará? Que ambos decimos llamarnos igual, realizamos gestos similares, afirmamos no habernos visto antes y ser dueños de la casa en la que nos encontramos, así como acusamos al otro de haber entrado en la misma sin permiso— hace una ligera pausa y añade de forma demoledora—. Nos llevarían a comisaría por burlarnos de la autoridad.
—¿Cual es el número de su DNI?— pregunta Luis al hombre, intentando recuperar la iniciativa, ya que se le acababa de ocurrir que sus nombres podían ser iguales, pero sus fechas de nacimiento y sus números del documento de identidad deberían ser distintos.
—El 94782341-W.
—Ha dicho el 94782341-W— exclama asombrado Luis.
—Sí, eso he dicho.
—¡Imposible, es el mío!— Exclama Luis y añade un poco conmocionado —. Me dejaría ver su carné ¿por favor?
—Sí, no hay ningún problema. Toma— dice el hombre sin dar muestras de sorpresa, como si viviese todos los días este tipo de situaciones.
Luis se queda lívido al mirar el carné. El documento que tenía en la mano era idéntico al suyo salvo por la fecha de renovación y la foto. El suyo caduca en 2008 y el del hombre en 2042. Cuando va ha abrir la boca para comentar lo que acaba de ver, todo empieza a darle vueltas y se le nubla la vista perdiendo finalmente el conocimiento.
Cuando recupera la consciencia, se encuentra en su cama acostado con su pijama y con Bruno ocupando media cama. Mira la hora y ve que son las cuatro de la mañana.
—Vamos a ver. Recapitulemos, recuerdo haber llegado a casa después de trabajar y me he encontrado con un señor de sesenta años que según ponía en el carné que me enseñó era yo de viejo. Al ir a hablar de la coincidencia completa de nuestros datos me he desmayado y acabo de despertar. ¿Habrá sido todo un sueño?— Se pregunta Luis en voz alta y se pone a recorrer la casa por si encuentra al hombre.
Una vez revisado todo el piso sin localizar el más mínimo rastro del otro Luis, decide mirar su cartera. Para sorpresa suya se encuentra con que el DNI es él del otro Luis. Esto le intranquiliza, pero como a esas horas poco puede hacer se vuelve a acostar. Ya por la mañana intentará resolver esta extraña situación, más despejado y calmado.
A las ocho de la mañana, cuando suena el despertador, lo recuerda todo y decide asegurarse de que lo sucedido por la noche no sea un sueño dentro de otro. Mira en su cartera, donde encuentra como era de esperar su carné de identidad. Esto lo relaja enormemente ya que supone que todo ha sido un mal sueño. Después de desayunar se viste, se despide de su gato hasta por la tarde y se va a trabajar como cualquier otro día.
Pero en el fondo del cajón de la mesilla dentro de un sobre en el que esta escrito con letra temblorosa Para Luis se encuentra el otro DNI junto con una carta manuscrita.