Esta semana os traigo un texto que me surgió el otro día tras una conversación que no tenía mucho que ver, pero en la que surgió el concepto casa igual a jaula. Espero que os guste esta historia, así que con todos vosotros ¿futuro?
¿futuro?
Se levantó lentamente del sofá, sentía que se liberaba de una presión que le había mantenido en un estado de inacción. Con una cierta dificultad dio sus primeros pasos en años. Ya casi no recordaba la razón que le había llevado a aislarse del mundo y no moverse del sofá gracias a su asistente robótico. Al que hacía un par de días que se le había acabado la batería ya habían pasado varios meses desde que se fue la luz eléctrica.
Necesitaba comer algo, no recordaba donde estaba nada y la casa presentaba un aspecto bastante destartalado al salir de la habitación en la que había pasado estos años. Varias habitaciones estaban comidas por la telarañas con las persianas eléctricas completamente cerradas. Casi a tientas llegó a lo que fue su cocina, donde tropezó con los restos de querido Manfred con su brazo derecho cubierto de oxido y sus cadenas de goma completamente lisas. El pobre había cumplido su programa hasta sus últimas consecuencias.
Sobre la encimera descansaba una lata de conservas a medio abrir. Jon se lanzó sobre ella como un naufrago al ver un oasis. Poco le importó la película de moho que se había empezado a formar en su superficie y menos aun esa textura gelatinosa en la que se había convertido lo que una vez fue una lata de fabada. Con dificultad terminó de abrir la lata cortándose ligeramente y engulló de un bocado la mitad de su contenido. Antes de terminar, una arcada le hizo doblarse de dolor y perder el conocimiento.
Empezó a volver en sí. Se sintió cegado por la fuerte luminosidad que le rodeaba y que no le permitía distinguir nada a su alrededor y que tanto contrastaba con la oscuridad de su casa. Poco a poco y con los ojos casi cerrados, sin poder acercar las manos a su rostro, pudo empezar a distinguir que se encontraba en una sala con un techo blanco con un par de luminarias ocultas por un material traslucido, tumbado en posición decúbito supino sin poder identificar ninguna forma a su alrededor. En ese momento sonó una voz artificial.
—Bienvenido de nuevo Sr. García, ya creíamos que no conseguiríamos recuperarle. Hasta la semana pasada todos le dábamos por muerto, fue una suerte que sus vecinos oyesen el estruendo de su caída en su cocina.
Jon intentó buscar el origen de la voz que le resultaba vagamente familiar intentando erguirse en la cama.
—Será mejor que no se mueva aún tiene algunos huesos rotos de su caída. No se preocupe está en buenas manos —continuó la voz artificial.
Jon empezó a notar un extraño sopor frente al que le fue imposible luchar cayendo en un profundo sueño.
Por Ignacio J. Dufour García