El sentido de un final

por | viernes, 11 mayo, 2018 | Noticias, OCULTO

Le digo a Ana que hoy vamos a desayunar juntas. Me sonríe y dice que sí, me llama cariño y dice que quiere saber quién soy. María, soy María. ¿Qué María? Una, le digo, una María, como cualquier otra. Ya… ya… pero “¡Sht!” me dice, y hace un gesto con la mano como si me quitara un velo invisible de la cara. Pero quisiera… acordarme de ti..

 

Para entender, de verdad, lo que una obra significa es necesario que esa obra nos hable a nosotros directamente sobre algo que conozcamos bien. No quiero decir con esto que todas las obras estén encriptadas en un código peculiar y que vayamos aplicando antivirus y programas para entenderlo bien. Un buen libro se entiende. Punto.

Pero…

Flannery O’Connor decía que lo que un libro significa no tiene nada que ver con el tema ni con los motivos, ni con las figuras retóricas, ni siquiera con el autor; significar es otra cosa.

Hace ya unos años, leí el comic Arrugas, de Paco Roca. Y se catapultó automáticamente al top 10 de libros a los que mis pocas páginas de escritura miran con envidia. Me atrevería a decir que el tema de Arrugas, dicho de forma fácil, es la vejez (incluso el Alzheimer), pero no os engañéis, lo que este libro significa es que cada vez leemos menos a las personas.

Hay un par de recursos que me llamaron la atención en la primera lectura: las hojas en blanco, representando los episodios que el personaje olvida, los dibujos a medias, cuando no reconoce a las personas que tiene alrededor… son grandes ideas, magistrales me atrevería a decir. Eso es solo un lenguaje con el que nos hace llegar al lector cosas que conocíamos pero no teníamos la sensación de vivir. Así la realidad se hace arte y el arte explica mejor que nada la realidad.

Por suerte o por desgracia, la situación de la gente mayor es algo que conozco desde hace muchos años y siempre me ha quedado la espinita de decir que a Arrugas le faltan personajes. Tal vez la densidad de lo que había que explicar no dejaba espacio a más, tal vez los personajes que yo creo que faltan dan para otras novelas gráficas que merecen su propio espacio. Pero tengo que decirlo o reviento: a Arrugas le faltan cuidadores cariñosos. Que los hay, y muchos.

Hay un par de momentos Edipo en Arrugas, en que te das cuenta que no todo es lo que parece y que, a veces, el peor enemigo del protagonista es él mismo y su enfermedad. Lo que encuentro significativo es que esas cosas sorprendan al lector, que no seamos conscientes de que la barrera narrativa entre el enfermo, el mayor, el demente, el residente… no es tal. Si nos abrimos a narrativas más libres podremos comprender que la comunicación es una cuestión de señales, de encontrar un espacio común entre el que habla otro idioma, deja ir otras señales que no son las que estamos acostumbrados a recibir. Y os diré cual es ese espacio común: en el 80%  de los casos es el amor. En el 10% es el humor… y en el resto, no lo hay.

La lección social es muy clara: vivimos de espaldas a todo lo que ocurre a nuestros mayores, sino habría más cariño, más entendimiento y menos desolación en la ficción. Pensad una cosa: cuando alguien relata una vida, es algo así como cuando alguien llega al final de un libro. Y el sentido de ese final suele guardar relación con pequeñas aventuras, cicatrices que se vuelven importantes al final del viaje, queremos leer la vida como su fuera La Odisea, como si su final le diera sentido. Como si pudiéramos reconocer la cicatriz de Ulises en cada frase inacabada, en cada mueca sin sentido, en cada gesto de cariño.

Esa es la necesidad del hombre de relatar los inconvenientes del irrefrenable ir hacia delante. Pero la vida no es una novela gráfica, aunque la novela gráfica pueda explicar mil cosas de la vida. Cuando alguien pierde la capacidad de relatar su propia vida, de relatarse a sí mismo… ¿Sentimos la necesidad de hacerlo?¿Vemos lo que tenemos delante o nos ciega la narración?¿Hay algún modo de relatar algo tan complejo?¿Se puede vivir tan cerca de una narración sin sentido?

 

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