Como no podía ser de otra manera con la nueva temporada de la Revista Tierra Trivium retomamos El Relato Caleidoscópico y lo hacemos de la mano de una de nuestras colaboradoras Sonsoles Maroto, cuya aportación a la historia no os defraudará. Y no nos olvidamos del hashtag para comentar la entrada de esta semana que por si no lo habíais adivinado es #RCaleidoscópico39 y como siempre os digo podéis usarlo tanto en el Facebook como en el Twitter del Grupo Tierra Trivium (@TierraTrivium). Para refrescar un poco la historia después de esté parón veraniego aquí tenéis los enlaces a las entradas anteriores las dos últimas entradas completas.
Primer Intermedio (Ignacio J. Dufour García)
Día 23 (Eva Palomares)
Día 25 (Haizea M. Zubieta)
Día 26 (Adolfo Pascual Mendoza)
Día 27 (Rosa María Mateos)
Día 28 (Luisa Gil)
Día 29 (Josep Salvia Vidal)
Día 30 (Ana Ortega Gil)
Día 32 (Cix Valak)
Día 34 (Virginia González Ventosa)
Día 36 (Resu Velasco González)
Día 37 (Quela Font)
Eran los ecos del mundo que quedaba atrás. En su mente confluía todo a modo de un universo en el que no rigen las normas elementales de la física. Por un momento pensó que había enloquecido. Toda la humanidad presente y futura de esa línea temporal gritaba, lloraba, reía a un tiempo. Estaban atrapados, sin saberlo, en un agujero de gusano sin solución de continuidad. Abocados a repetir una y otra vez los mismos errores. Como consecuencia, el ambiente se había degradado tanto que la interacción entre humanos se producía de forma antinatural, pues cualquier contacto de su piel con la atmósfera hacía que enfermasen. La avaricia llevó a un punto de no retorno al planeta, que finalmente se revolvió como fiera atrapada. Infecciones y pandemias diezmaron la población humana, pero ya era demasiado tarde. Herida de muerte, la fiera exhausta apostó por morir matando.
Todo esto era lo que, el nuevo ser en el que se había convertido Elíseo tras su inaudita conexión con Hipatia, había comprehendido: todo el conocimiento habido y por haber; había asimilado todo el sufrimiento, los sueños y el afán de poseer, de dominar al otro. Y como consecuencia, lo que había sido Elíseo quedó atrás, junto a Hipatia, quien tras ejercer de médium, de transmisor de todo aquel conocimiento, se desvaneció. Y junto a lo que habían sido desaparecieron el miedo y la incertidumbre, pero también la ilusión y la ambición. ¿Qué fue del amor, de la compasión, de la empatía? Sabio es aquel que ni siente ni padece. Ataraxia. El dolor que había sentido hacía unos pocos instantes era el recuerdo de que su misión era volver a empezar. Hacer realidad ese imaginario creado entre Elíseo e Hipatia.
La eternidad puede ser muy aburrida, se dijo.
¿Por dónde empezar?
Día 38 (María Serra)
Y para vivir había que saber.
Así que, primero: sobreponerse al dolor para pensar, para poner en orden el pasado y planear un futuro que salvara el presente.
Trató de levantarse del suelo agarrándose al dosel de la cama, pero las heridas se lo impidieron.
Está bien: solo pensamiento y análisis. ¿Soy realidad?, se preguntó. Y el dolor le respondió con una descarga de recuerdos que parecían salir de la nada. Los puñetazos, la caída, las patadas, la ausencia de mamá, ¿qué mamá?, ¿la mujer que se escondía cuando llegaba la hora de las tortas? Sintió miedo, asco, desamparo y desconcierto. ¿Y los sueños? ¿Eran sueños o recuerdos?
Pasos del Antiguo Humano al otro lado de la puerta. Merche o Alexandra o Kumiko o Wira o Silja o Hadarah o Siobhán o Hipatia se sobrecoge al reconocer su paradigma. Se abre la puerta y el Antiguo Humano le cura las heridas con vendas, ungüentos, babas y palabrería ponzoñosa:
—Mira qué me has obligado a hacerte. Vergüenza debería darte.
Ella no dice nada. Resiste el ataque verbal concentrada en la recuperación de datos. Finge obediencia, pero ha descubierto quién es y en qué habitación está.
Recordó el código.
Día 39 (Sonsoles Maroto)
Como quien sale de un sueño de siglos, Elíseo, el nombre que aquellos Nuevos Humanos le habían dado a ella, Eva, una de las últimas supervivientes a las pandemias globales que asolaron a la Tierra desde el año 2020, recordó quien era. Una humana caída en una pandemia. Pero el recuerdo fue profundamente doloroso. Vino acompañado también del recuerdo de su infancia, su jardín y su perro, y de cómo la obligaron a sacrificarlo por aquellas crueles leyes sanitarias. Su mente entonces enfrentó su único dilema:
«¿Qué hicimos, MADRE?», dijo con voz agrietada y lágrimas que hubieran regado la hierba, que no veía desde que la encerraron allí. Inclinó su rostro hacia el suelo, acariciándolo con sus frágiles dedos casi infantiles, pues la gravedad le indicaba que en algún lugar, allí abajo, estaba la Tierra. «¿Qué hemos hecho con todo lo que nos regalabas?» ¡PERDÓNANOS!.
La escasa energía que le quedaba, tras recobrar la conciencia de sí misma, la emplearía en escapar y encontrar a sus semejantes.
«Seguro que ellos también están arrepentidos. Juntos podemos empezar de nuevo CON ELLA.»
Y con ese único propósito escapó. Volvió a su amada Tierra, que la acogió con una fina lluvia plateada. Con la luz de luna volvió a las ruinas de su casa. No había nadie más en su pequeña ciudad. Emigraría hasta encontrar otros iguales.
La semana que viene os invitamos a La Buhardilla de Tierra Trivium para disfrutar de la entrevista que nos ha concedido la maravillosa Mari Carmen Sinti, y en unas semanas volverá El Relato Caleidoscópico de la mano de un nuevo autor.