Decimotercer Relato Caleidoscópico de Tierra Trivium
Juan Manuel Sánchez Moreno se ha atrevido a vencer las superticiones para ser el treceavo autor de El Relato Caleidoscópico. Y como las superticiones tampoco van con nosotros el hashtag de esta semana es #RCaleidoscópico13, que también podéis usar para comentar la entrada en el Facebook del Grupo Tierra Trivium.
Y para no tentar más a la suerte, que una cosa es no tener triscadecafobia y otra es romper las buenas tradiciones, así que os dejo con los enlaces a las anteriores entradas del relato caleidoscópico, antes de dar paso a Juan Manuel Sánchez Moreno.
Día 1 (Ignacio J. Dufour García)
Día 2 (Marta Sánchez Mora)
Día 3 (Rosario Curiel)
Día 4 (Dolores Ordóñez Pérez)
Día 5 (José Jesús García Rueda)
Día 6 (Ana Vigo)
Intentó alargar el brazo para pulsar la tecla «CANCELAR», le parecía lo más seguro, pero no pudo. Algo metálico también retenía sus muñecas a la camilla y enseguida notó el mismo frío en los tobillos. Empezó a respirar más y más deprisa, se le aceleró el corazón y entró en pánico, no veía modo de huir de aquél sitio que ni si quiera sabía qué era. Elíseo no lograba entender ni recordar nada. El pitido de fondo fue acelerándose y agudizándose, y el dolor de cabeza empezaba a asomar cuando escuchó una puerta abrirse a sus espaldas. Una voz femenina le saludó con maldad en el tono —Ya despertaste, querido. ¿Cómo te encuentras? ¿Puedes recordar ya algo? —dijo mientras una pequeña risa con sorna salía de sus labios color carmín La mujer se acercó a él, le miró a los ojos, comprobó el estado de sus pupilas y después se dirigió a la pantalla, movió el mueble con ruedas que la sustentaba, Elíseo se percató en ese momento de que éste estaba lleno de cables. —¿Sabes Elíseo? Quizá tú no sepas nada de nosotros, pero nosotros lo sabemos todo de ti —le iba contando ella mientras colocaba parches de electrodos en el pecho del hombre, que aún tenía expresión de pánico en el rostro y continuaba respirando de manera acelerada.
—¡Tiene que ser un sueño! —musitó Elíseo con la voz entrecortada.
—Adelante, compruébalo —le animó su interlocutora, que portaba una tarjeta en la solapa de la bata gris con el número 223, mientras pulsaba la tecla INTRO.
En la pantalla azul, colocada a su izquierda, apareció el siguiente mensaje:
EL ORDENADOR EN SUEÑOS SE ACTIVARÁ EN 5 SEGUNDOS.
Elíseo intentó recordar cómo había llegado hasta aquí, qué había sucedido, algo; pero le fue imposible. Solo sentía decenas de electrodos bullir por cada centímetro de su cuerpo.
Transcurridos los cinco segundos, la pantalla mostró imágenes distorsionadas que se iban descomponiendo hasta transformarse en manchas inconexas, menguantes, barridas por un fundido en negro. Mientras tanto, el pitido se acrecentaba más y más. Parecía que le iba a taladrar los tímpanos. Se revolvía en la camilla como una tortuga indefensa.
PROCESO FINALIZADO CON ÉXITO
Anunció la pantalla y el pitido, por fin, cesó.
—Los Nuevos Humanos carecéis de memoria. Tus recuerdos fallidos impiden al software registrar los sueños correctamente. ¡De ahí la pantalla en negro! —bramó 223 con la vena del cuello palpitante.
«Si grito acabaré despertando de esta pesadilla», pensó Elíseo.
—¡Soco…
Cuando intentó rematar su alarido de auxilio, las cuerdas vocales se le congelaron.
—El lenguaje también os esclaviza.
Desprovisto de memoria y oprimido por el lenguaje, Elíseo, al principio acobardado, se vio en cierto modo redimido de una gran carga, ya que también perdía la moral y la censura, y allí, sobre la camilla, atado de pies y manos, esperó a que 223 se relajara y moviera ficha.
—Ya está, eres libre. Es una manera de decirlo, en realidad estás desenganchado de toda actualización. Cada vez que te reinicies serás incapaz de recordar lo sucedido en la sesión anterior, y eso debido al bloqueo de la retroverbalización. Visualizarás imágenes, pero no sabrás explicarlas, como si fueran cuadros abstractos. Y tu expresión se limitará a «sí» y «no».
—Pero ahora me estás entendiendo, nos estamos comunicando, ¿no es cierto?
—No te confundas, esta conversación no ocurre sino en tu mente. Soy una representación de tus perversiones, por eso voy vestida de enfermera y de vez en cuando dejo entrever mis senos. Por eso mismo se han dilatado tus pupilas y estás tan excitado. ¿Entiendes?
—Sí.
Decididamente, Elíseo había navegado por el lado más siniestro de la red, del que no conservaría más que una huella primaria, instintiva. Sin el menor pudor y sin palabras, dejó que 223 se despojara del uniforme y se soltara el cabello.
—¡Sí, sí, sí…!
La semana que viene volverá el Relato Caleidóscopico de la mano de Jordi Rosiñol, para preparar las entrevistas de La Buhardilla de Tierra Trivium con las que conmemoraremos el 8 de marzo.