El Relato Caleidoscópico de Jacobo Feijóo

por | sábado, 13 abril, 2019 | El Relato Caleidoscópico, Noticias, OCULTO

Decimoctavo Relato Caleidoscópico de Tierra Trivium

Aunque tocaría este relato para el próximo sabado, por un fallo informatico, ha tocado adelantarlo una semana. Esta vez el encargado de Eliseo en El Relato Caleidoscópico es Jacobo Feijóo. Esta semana os invitamos a comentar este relato con el hashtag #RCaleidoscópico18, tanto en el twitter del Grupo Tierra Trivium (@TierraTrivium) como en el Facebook.

Como ya es tradición os dejo los enlaces a las anteriores entradas del relato caleidoscópico, junto con el texto de Jacobo Feijóo.

Día 1 (Ignacio J. Dufour García)

Día 2 (Marta Sánchez Mora)

Día 3 (Rosario Curiel)

Día 4 (Dolores Ordóñez Pérez)

Día 5 (José Jesús García Rueda)

Día 6 (Ana Vigo)

Día 7 (Ana Boyero)
 
 
Día 9 (Laura Orens)
 
 
 
Día 12 (Paqui Ortega)
 
 
Día 14 (Jordi Rosiñol)
 
 

La escena pareció desdibujarse para comenzar a tomar la forma de una clase de escuela. De la escuela de los Salesianos que recordaba a la perfección, un lugar en el que prefería no pensar pues en él se guardaban sus más profundos miedos, esos demonios privados que Elíseo tanto se había esforzado por enterrar y encerrar bajo siete candados.

Poco a poco, para terror de Elíseo, la escena a su alrededor se volvía más y más nítida y familiar y los recuerdos por tanto tiempo reprimidos comienzan a desarrollarse, como si de una obra teatral se tratase, delante del encadenado e impotente espectador, observó como su versión más joven se dejaba arrastrar por el mar negro de las emociones reprimidas y como las invisibles puñaladas que eran los comentarios hirientes comenzaban aquella macabra danza que le horrorizaba y fascinaba a partes iguales.

Quería gritar, instarle a su otro yo a luchar y a reaccionar, a levantarse contra los demonios de los sueños que convertían su vida en aquel peculiar infierno. Pero fue entonces cuando la figura dejó de mirar al escenario y se giró, echando a andar hacia Elíseo al tiempo que sonreía burlón y murmuraba:

—Recuerda.

Lo había dicho 223: los Nuevos Humanos carecéis de memoria. Sin embargo, Elíseo RECORDABA haber escuchado esa frase. ¿Un fallo de sistema? ¿Un bucle de protección roto? ¿O una oportunidad? ¿Quizá la única oportunidad?

Cerró los ojos con fuerza hasta que todo se apagó. Los párpados le dolían mientras trataba de incendiar de luces su oscuridad, sumando imágenes una tras otra. Las mesas del colegio de los Salesianos, los pechos turgentes de 223, la ciudad a vista de pájaro, retazos de su sueño y aquella forma sin nombre pero con tacto sólido: el diario de papel que aún quería leer. Una tormenta de flashes parpadeaba locamente en su pantalla interior hasta colapsarla. Pero cuanto más recordaba, más se suavizaba su respiración, más se aflojaban sus ligaduras metálicas y una sonrisa se abría cada vez más en su rostro.

Hasta que, de pronto, en su frente se aclaró el nombre del periódico, dónde y, sobre todo, por qué encontrarlo. Sin ataduras ni peso que lo retuvieran, Elíseo se levantó de la camilla, dio dos pasos y alcanzó el umbral de la habitación. Clavadas al suelo, la señorita Inmaculada gritaba con aspereza, 223 mostraba sus pechos turgentes y una silueta pixelada con millones de puntos grises tecleaba con furia frente a un monitor.

Mas todo en vano. Elíseo salió de la estancia y cerró la puerta por fuera.

https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Cigarette_rolling_papers#/media/File:Unrolled_joint.jpg

Día 18 (Jacobo Feijóo)
 
Su dedo pulsó el punto. Quizá el final, quizá el punto y aparte.
— Vaya volada llevas, hermano — le espetó un colega rastafari que estaba tirado en el sofá sacando humo de un cigarrillo de extraño olor.
Elíseo se quedó mirando la pantalla. Eso de hacer una novela caleidoscópica como las de Italo Calvino se le estaba yendo de las manos. Su cerebro procesaba a velocidad de resacoso y lo único que pudo hacer fue rascarse el culo.
—Y encima no has dejado ni un trago de vodka negro — añadió una choni desde el cuarto del fondo, acompañada por una risa de sonido tabernario de dios sabe quién.
Elíseo (cuyo verdadero nombre era Ignacio, pues Elíseo era su nick) miró de nuevo la yema de su dedo, la del punto. Dirigió ese dedo hasta la ventana del navegador que tenía el Twitter abierto y escribió: «Dios es un concepto de bar que mora en todos nosotros». No había terminado de escribirlo cuando ya alguien le estaba llamando fascista, otro le invitaba a unirse a su secta y un tercero amenazaba con denunciarlo.
—Los autores en calzoncillos sois escojonantes —interrumpió al fondo la voz de risa tabernaria justo cuando empezaba una canción de Los Pitufos Makineros.
Elíseo apuró lo que quedaba de vodka negro y le dio el último beso a su petardo de marihuana. 
—Joder —pensó—. La que voy a liar ahora pulsando de nuevo el INTRO…
 

Con este nuevo giro del caleidoscopio vamos a buscar a quien se atreva a seguir la historia de Eliseo tras la Semana Santa en la que este blog en su versión La Buhardilla no descansará con la entrevista al equipo de Creadoras de Órbita Diversa que estaba previsto publicar este sábado vispera del aniversario de la proclamación de la II República y que saldrá el próximo sabado.

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