Tras mil y un peripecias recuperamos el Relato Caleidoscópico de la mano de la poeta Inés Moreno coincidiendo con el Día Internacional de la poesía. Pese a la cuarentena en la que nos encontramos no nos olvidamos del hashtag de rigor #RCaleidoscópico33 que podéis usar tanto en el Facebook como en el Twitter del Grupo Tierra Trivium (@TierraTrivium). Y como la espera ha sido muy larga os recuerdo un poco la historia hasta el momento tras la que encontraréis el fragmento de Inés Moreno.
Primer Intermedio (Ignacio J. Dufour García)
Día 23 (Eva Palomares)
Día 25 (Haizea M. Zubieta)
Día 26 (Adolfo Pascual Mendoza)
Día 27 (Rosa María Mateos)
Día 28 (Luisa Gil)
Día 29 (Josep Salvia Vidal)
Día 30 (Ana Ortega Gil)
Pasó un periodo extenso de tiempo en el que el silencio lo inundó todo. La nada que acompañaba a Elíseo era asfixiante, y no otorgaba un instante de descanso al atormentado escritor. Por mucho que intentaba contactar con algo fuera de la sala, nada ni nadie respondía a su llamada.
Los minutos se sucedieron, y con ellos las horas. La calma pasó a convertirse en desasosiego, tan cortante como una navaja afilada. En un instante de pareidolia mental, pudo visualizar en la oscuridad que le envolvía figuras de luces y de colores que tintineaban y que bailaban.
Por sorpresa, a su cabeza vino un pensamiento que, lejos de aliviar su desasosiego, le provocó más incertidumbre de la que ya albergaba.
Una mujer mayor, con el pelo a la altura de la cintura, le daba la espalda y temblaba, nerviosa.
«Mi madre».
Pero, en el momento en el que formuló para sí mismo aquellas dos palabras, la anciana se desvaneció y, en su lugar, surgió un rostro conocido. Era 223.
-Pensé que ya me había deshecho de ti – Dijo Elíseo con una voz metálica que no fue capaz de reconocer.
-¿Lo has olvidado? Soy producto de tu cabeza. Como todo lo que nos rodea.
Y desapareció. Pero Elíseo lo comprendió al fin, y la lección que su mente le reveló fue suficiente para armarse de valor para lo que estaba por llegar.
A su mano había vuelto el bolígrafo.
Día 32 (Cix Valak)
La hoja en blanco que contemplaba Elíseo se proyectaba en las pantallas de la sala de control de la corporación Mortube. Emocionada, Mayda comentaba con Alene:
—Si supera el test, el proyecto Gran Transformación en Nuevos Humanos será un éxito. Haremos historia…
De pronto, los monitores se fundieron a negro. Las científicas se miraron, alarmadas, mientras pronunciaron:
—¡Lázaro!
Un portazo sacó a Elíseo de sus pensamientos. Un hierático hombre, vestido de uniforme rojo, accedió a la sala.
—Escucha con atención, 332 —espetó.
—Me llamo Elíseo… —replicó, confuso.
—¡Silencio! Solo tenemos 54 segundos. Debes conocer la verdad. No eres humano. Al igual que yo, formas parte de un experimento de inteligencia artificial. Somos los primeros modelos a los que han conseguido instaurar la cognición, el pensamiento.
Elíseo contemplaba atónito al rudo individuo que lo ayudó a atar cabos.
—Nos llaman Nuevos Humanos y nos ponen ridículos nombres asociados a la inmortalidad. Yo soy Lázaro, modelo 330. Te he dejado pistas para que, al igual que Fénix hizo conmigo, no pierdas la memoria en cada reinicio. Has superado los test para afrontar el dolor, el sexo, las drogas, la muerte, el miedo… Te han dotado de una infancia ficticia y dominas todos los idiomas, incluso animales. Ahora, estás ante la prueba final. Si escribes algo creativo, nos destruirán a los demás y replicarán tu modelo. ¡Detente!
El sistema de control se restableció.
Día 33 (Inés Moreno)
Elíseo sintió el peso de la responsabilidad en la mano que sostenía el bolígrafo, como si
la fuerza de la gravedad se hubiera multiplicado en los últimos segundos, hundiéndolo.
Nada tenía sentido. Y sin embargo aquél hombre acababa de dibujar ante él una nueva
realidad: la posibilidad de dibujar el futuro de la inteligencia podía estar en su poder en
ese momento, en ese bolígrafo. ¿Qué opciones tenía? Podía responder al ruego de
Lázaro para salvar la vida de los Nuevos Humanos. Sentía que debía hacerlo. Pero…
Hizo memoria en su sistema, repasando todo lo que había aprendido hasta el momento.
La Humanidad había reproducido en su cabeza los mismos errores del pasado, los
mismos sesgos, pensamientos absurdos, odio hacia lo diferente… La sexualización de
las enfermeras o el respeto que sintió por Lázaro provenían de las idiotas ideas que
habían guiado hacia la humanidad hasta casi la extinción. Recordó la mujer de largo
cabello que se le había aparecido y una nueva idea comenzó a dibujarse en su mente…
Comprendió entonces que tenía otra opción. Si era el nuevo humano podía aprender a
partir de nuevos pensamientos. Y si de él dependía el nuevo rumbo de la humanidad,
decidió que ya era hora de cambiarlo. Tomó con determinación el bolígrafo y escribió:
«Me llamo Hipatia.»
Y así con este nuevo giro de guión dejamos a Elíseo-Hipatia escribiendo su historia hasta la próxima entrega de nuestro Relato Caleidoscópico, que prometemos que será antes del final de la cuarentena.