Sexto Relato Caleidoscópico de Tierra Trivium
Esta semana la encargada de dar una vuelta de tuerca al Relato Caleidoscópico es Ana Vigo. Os invito a comentar la historia e ir proponiendo posibles títulos para el relato caleidoscópico en el Facebook del Grupo Tierra Trivium, en los comentarios de esta entrada o en twitter con el hashtag #RCaleidoscópico6.
Para no alargar mucho está entrada, voy a dejar los enlaces a los dos primeros relatos y ahora sin más preámbulos, os dejo con el relato caleidoscópico.
Día 1 (Ignacio J. Dufour García)
Día 2 (Marta Sánchez Mora)
Día 3 (Rosario Curiel)
La tarde anterior era un vacío despeñándose por el hilo de sus pocos años: cuarenta. En el Nuevo Cómputo, eso eran unos diez. Unos diez años de los Nuevos Humanos. Él no era consciente de ello, pero nosotros sí. Elíseo era el nuevo Campo de Experimentación. El borrado de su memoria, la soledad de los pasos recorridos en una mañana que se inauguraba en silencio, solo dejaban espacio a una palabra:
NO
Poco a poco, una lejanía letánica se iba imprimiendo en su cerebro:
No a las armas
No a las almas
No a…
No sabía si tenía que ver con el último vídeo de MorTube, la nueva plataforma de Experimentación que se abría paso en ese mundo alternativo de 2018: nunca nadie habría podido asegurar que en su torpe cerebro cupiera una habitación más.
Nosotros sí.
Desde una orden remota activada por manos desconocidas, Elíseo quiso comprar el diario. El diario. Sí. De papel.
Día 4 (Dolores Ordóñez Pérez)
Ignoraba que el papel iba dirigido a personas que presentaban un analfabetismo digital, y únicamente para casos de primera necesidad. Elíseo estaba confuso. A su alrededor: la ciudad, los hombres y la robótica se entremezclaban maquillados de blanco y negro; colores, que bordaban el paisaje decorado de caras serias marcadas por un pliegue en la frente, y por robots que dirigían el ritmo.
Captaron su atención unos ventanales que difuminaban una luz multicolor. En estos se podían elegir los productos deseados y segundos después, motivados por la presencia de una tarjeta, caían en la cesta.
Elíseo, maravillado, se mezclaba entre la gente y tropezó con una alfombra eléctrica. A su lado, algunas personas permanecían en modo estático y otras en movimiento acelerado. Miró hacia el techo pensando que esa era la entrada a otro Mundo, y atrapado entre las redes míticas de la curiosidad esotérica siguió avanzando, guiado por los de la «Generación Y». Creyó que serían soldados y que debería seguirlos. De esta manera, tomó pie en la arteria central subterránea que trasladaba a cada ciudadano a su destino. Sin rumbo fijo y en soledad, su corazón latía por miedo o por emoción, aún no lo sabía.
Día 5 (José Jesús García Rueda)
El diario que antes había querido comprar pasó volando frente a él, impulsado por un viento sin aire. Las páginas revoloteaban a su alrededor, como queriendo dejarse atrapar, y Elíseo alargó un brazo y tomó suavemente entre sus dedos una de las hojas. Estaba en blanco.
Entonces todos paramos. Todos nos detuvimos, alfombra, personas, la arteria entera. Y empezamos a movernos hacia atrás, rebobinándonos en el tiempo. Él no, sólo nosotros, todo lo demás. Hasta que volvimos a dejarlo en su oficina, el lugar donde en el principio había abierto los ojos.
Y se vio a sí mismo dormido… No, dormido no, desplomado sobre una tecla Intro de un ordenador. El ordenador que, como antes, no estaba.
-¿Dónde está? – preguntó.
-¿El qué? – respondimos.
Él comenzó a mirar (a escuchar) en todas direcciones.
-¿Quién habla?
-Tú eres el ordenador.
-¿Cómo?
-El ordenador eres tú.
-¿Quiénes sois?
-Los que vivimos en tus circuitos de memoria, aquellos a los que tus algoritmos dan vida.
Se sentó en el suelo, la espalda contra la pared. Su voz apenas formaba sonidos al hablar.
-¿Qué está pasando?
-Eso es lo que debes descubrir.
Sólo entonces se dio cuenta de que el papel seguía entre sus manos. Una frase había aparecido en él: “EL ORDENADOR EN SUEÑOS”.
Día 6 (Ana Vigo)
En el instante en el que Elíseo leyó aquellas palabras, el suelo empezó a temblar, y con él todo a su alrededor. Asustado, quiso huir de nuevo. Con la sacudida, las estanterías habían caído y bloqueado la puerta. Solo le quedaba la ventana como alternativa para salvarse. Era arriesgado, pero más lo era permanecer allí.
Se encaramó al alféizar con el corazón al galope. Era una altura considerable, pero podía hacerlo. Quería vivir, y descubrir el sentido de nuestra revelación, sobre la que apenas había podido reflexionar. Necesitaba entender lo que sucedía, por qué de repente su mundo se había vuelto tan extraño, y sobre todo, recuperar en su memoria los hechos de la tarde anterior.
Respiró hondo un par de veces, y cuando la propia pared a la que se aferraba comenzaba a resquebrajarse, se dio impulso y saltó al vacío.
Y así con nuestro protagonista dando un salto a lo desconocido le cedemos el caleidoscopio a Ana Boyero. Y la semana que viene podréis disfrutar de la segunda parte de la entrevista Juanjo Ramírez Mascaró en La Buhardilla de Tierra Trivium.