Al final ha pasado casi un año desde la última entrada de El Relato Caleidoscópico, ya que quería haber llegado a 42 fragmentos diferentes. Y hoy me ha parecido el día ideal para poner punto y final a una historia tan cambiante como su propio nombre, espero que consideréis que el final está a la altura. Ha sido un honor reunir a tantos escritores, varios de ellos premiados y unos cuantos que están dando mucho que hablar o lo harán en breve. Y como no podía ser de otra manera el hashtag de esta última entrada es #RCaleidoscópico40yFIN que como os decía podéis usarlo tanto en el Facebook como en el Twitter del Grupo Tierra Trivium (@TierraTrivium). Y a modo de despedida os recopilo los enlaces a las entradas anteriores para que podáis leer la historia al completo.
Primer Intermedio (Ignacio J. Dufour García)
Día 23 (Eva Palomares)
Día 25 (Haizea M. Zubieta)
Día 26 (Adolfo Pascual Mendoza)
Día 27 (Rosa María Mateos)
Día 28 (Luisa Gil)
Día 29 (Josep Salvia Vidal)
Día 30 (Ana Ortega Gil)
Día 32 (Cix Valak)
Día 34 (Virginia González Ventosa)
Día 36 (Resu Velasco González)
Día 37 (Quela Font)
Día 38 (María Serra)
Y para vivir había que saber.
Así que, primero: sobreponerse al dolor para pensar, para poner en orden el pasado y planear un futuro que salvara el presente.
Trató de levantarse del suelo agarrándose al dosel de la cama, pero las heridas se lo impidieron.
Está bien: solo pensamiento y análisis. ¿Soy realidad?, se preguntó. Y el dolor le respondió con una descarga de recuerdos que parecían salir de la nada. Los puñetazos, la caída, las patadas, la ausencia de mamá, ¿qué mamá?, ¿la mujer que se escondía cuando llegaba la hora de las tortas? Sintió miedo, asco, desamparo y desconcierto. ¿Y los sueños? ¿Eran sueños o recuerdos?
Pasos del Antiguo Humano al otro lado de la puerta. Merche o Alexandra o Kumiko o Wira o Silja o Hadarah o Siobhán o Hipatia se sobrecoge al reconocer su paradigma. Se abre la puerta y el Antiguo Humano le cura las heridas con vendas, ungüentos, babas y palabrería ponzoñosa:
—Mira qué me has obligado a hacerte. Vergüenza debería darte.
Ella no dice nada. Resiste el ataque verbal concentrada en la recuperación de datos. Finge obediencia, pero ha descubierto quién es y en qué habitación está.
Recordó el código.
Día 39 (Sonsoles Maroto)
Como quien sale de un sueño de siglos, Elíseo, el nombre que aquellos Nuevos Humanos le habían dado a ella, Eva, una de las últimas supervivientes a las pandemias globales que asolaron a la Tierra desde el año 2020, recordó quien era. Una humana caída en una pandemia. Pero el recuerdo fue profundamente doloroso. Vino acompañado también del recuerdo de su infancia, su jardín y su perro, y de cómo la obligaron a sacrificarlo por aquellas crueles leyes sanitarias. Su mente entonces enfrentó su único dilema:
«¿Qué hicimos, MADRE?», dijo con voz agrietada y lágrimas que hubieran regado la hierba, que no veía desde que la encerraron allí. Inclinó su rostro hacia el suelo, acariciándolo con sus frágiles dedos casi infantiles, pues la gravedad le indicaba que en algún lugar, allí abajo, estaba la Tierra. «¿Qué hemos hecho con todo lo que nos regalabas?» ¡PERDÓNANOS!.
La escasa energía que le quedaba, tras recobrar la conciencia de sí misma, la emplearía en escapar y encontrar a sus semejantes.
«Seguro que ellos también están arrepentidos. Juntos podemos empezar de nuevo CON ELLA.»
Y con ese único propósito escapó. Volvió a su amada Tierra, que la acogió con una fina lluvia plateada. Con la luz de luna volvió a las ruinas de su casa. No había nadie más en su pequeña ciudad. Emigraría hasta encontrar otros iguales.
Día 40 y FIN (Ignacio J. Dufour García)
Siguió viajando de ciudad en ciudad deseando y a la vez temiendo encontrarse con más Nuevos Humanos y sobre todo con los Antiguos Humanos, pero solo veía como la naturaleza iba recuperando lo que era suyo hundiendo puentes, inundando ciudades, convirtiendo las calles en bosques y los edificios en lugares de refugio de todo tipo de animales. Eva al cabo de un tiempo era la líder de una variopinta manada de animales, que la seguían a una cierta distancia sin reconocerla como una de los descendientes de aquellos que llevaron a la Tierra al borde del colapso.
Un día decidió dejar de buscar y quedarse a vivir en una gruta al lado de una cristalina cascada en una zona semiboscosa, donde había todo tipo de alimentos. Lo que no sabía es que su otra mitad estaba haciendo lo mismo en la otra punta del globo como una imagen especular de su historia, eran los últimos Nuevos Humanos, los últimos humanos.
FIN
Tras esta despedida de una de nuestras secciones más queridas, mañana le toca el turno a Henar Tejero y aún nos quedará una semana más llena de preciosos textos. Y no quiero cerrar esta entrada sin recordar a todos los que han hecho posible este Relato Caleidoscópico: Marta Sánchez Mora, Rosario Curiel, Dolores Ordóñez Pérez, José Jesús García Rueda, Ana Vigo, Ana Boyero, Juanjo Ramírez Mascaró, Laura Orens, Miguel Rodríguez, Lara Fernández R., Paqui Ortega, Juan Manuel Sánchez Moreno, Jordi Rosiñol, Estibaliz Burgaleta, Marina Ezama Botas, Eduardo S. Aznar, Jacobo Feijóo, Patricia Martín Rivas, Sara Levesque, Alberto Blanco Rubio, Salvador Ramírez, Eva Palomares, Joan Roure, Haizea M. Zubieta, Adolfo Pascual Mendoza, Rosa María Mateos, Luisa Gil, Josep Salvia Vidal, Ana Ortega Gil, Rubén Almarza, Cix Valak, Inés Moreno, Virginia González Ventosa, Rosa García-Gasco, Resu Velasco González, Quela Font, María Serra y Sonsoles Maroto Pérez.