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Esta semana nuestra querida corresponsal en la Luna nos trae el inicio de una historia de la relación de la humanidad con la naturaleza y sin desvelar más os dejo con El hombre y el lobo de Sonsoles Maroto.
EL HOMBRE Y EL LOBO.
Ficción de una prehistoria
El origen de la amistad del hombre con el antepasado del perro, el lobo, se desconoce. Pero se intuye que viene de lejos. Y no resulta complicado imaginarse la alianza. Dado que no hay historia escrita ni documento cierto en la materia, respetando los indicios que la inteligencia nos permite, podemos imaginarnos escenarios diversos, como nos han mostrado directores de cine, para mi gusto, bastante acertados. Yo, a continuación, haré mi personal relato. Donde no llega la historia, la narrativa nos complace.
Megan acaba de perder toda su camada, menos su último cachorro, un macho fuerte, en las fauces de otro lobo celoso. Ha habido un enfrentamiento entre dos manadas, y ella ha sido la mayor víctima. Su grupo estaba en desventaja, y tras perder varios miembros, los supervivientes se vieron obligados a huir. Ella no podía, tenía sus pequeñuelos, de apenas un mes. Toda la fiereza de una loba alfa no le ha servido para salvarlos. Desesperada, huye con el último vástago entre sus dientes, y logra esconderse en una cueva. Tiene leche para alimentar al cachorro, pero no puede salir a cazar, está gravemente herida. Presiente su propia muerte, y sabe la lenta agonía que le espera al lobezno: hambre, sed, frío, miedo… En sus últimos alientos, escucha sonidos de humanos. En cualquier otra circunstancia, habría huido. Pero ahora no tiene esa opción. Queda tumbada, con su cachorro agarrado a sus mamas, y espera oportunidad para robarles algo de alimento. Se duerme por el agotamiento acumulado y el calor de su cuerpo con el de su cría.
II
De madrugada despierta. Sabe que es su oportunidad para arrebatar algo de comida a los humanos. Deja a su cachorro dormido en la profundidad de la cueva, a salvo mientras otros depredadores duermen. Sigilosa, se acerca al campamento de los homínidos. Pronto su olfato la lleva hasta los restos de la cena: un montón de huesos, cartílagos y pellejos que ella aprovechará bien. Cojea. Le duele mucho una pata trasera, donde recibió una dentellada enemiga.
Come entre unos arbustos, en guardia, deprisa, y vuelve junto al lobezno. Esa ración, algo escasa, le salva la vida de momento. Y su valentía y astucia. Durante el día, herida y con un pequeño a cargo, no se aventura fuera de la seguridad de su escondite. Espera a sanar y que su hijo crezca algo. Así pasa un par de semanas. Los hombres, al fin, se dan cuenta de la desaparición de las sobras de sus comidas. Extrañados, una noche deciden montar guardia. Así es como la loba será vista acercándose a los huesos. Pero gracias a su olfato e instintos, pronto el animal se percata de que ha sido descubierta y huye. El hombre vigía observa a la loba alejarse, coja y flaca, y se compadece de ella. Comprende que sin acceso a esta comida fácil pronto perecerá. A la noche siguiente, sabiendo que una loba herida y sola no ataca a un hombre, se apiada de ella y le deja una pieza de carne en su camino. La loba la coge y la lleva hasta su cueva.
Continuará
Por Sonsoles Maroto