Comentarios desde la Luna: El dolor es un ladrón
Al fin tenemos el comentario lunar de esta semana, en el texto del comentario entenderéis las razones del retraso y hemos querido sacarlo esta semana porque hay muchas enfermedades que producen discapacidades orgánicas entre las que destaca el dolor, el pasado 12 de mayo fue el Día Mundial de la Fibromialgia, el pasado 30 de mayo el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple que son dos de las enfermedades más conocidas a las que asociamos estos síntomas, pero hay infinidad de ellas que no son conocidas. Por ello nuestra querida Sonsoles Maroto Pérez ha querido hacer una suerte de striptease hablándonos de su experiencia en la Unidad del Dolor. Y como este dolor es invisible para todos los que no lo sufrimos, esta semana el comentario desde la Luna no incluye ninguna imagen. Así que tras esta extensa introducción os dejo con Sonsoles Maroto Pérez y su reflexión El dolor es un ladrón.
EL DOLOR ES UN LADRÓN
Hace dos semanas he terminado un tratamiento intravenoso en la Unidad del Dolor. El Dolor, ese demonio invisible del que todos huimos, aunque parte de la humanidad no tiene escapatoria. Un gran desconocido para los médicos. El título de este comentario me lo dio una compañera de sala, otra dolorida como yo, después de compartir nuestras anécdotas cotidianas en la convivencia con nuestro Satán particular.
Siglo XXI: la cirugía ha alcanzado la cima del Everest… o poco le falta. Podemos tener un brazo robótico. Es posible operar un cáncer de próstata con el sistema Da Vinci, otro robot informatizado. Nuestro país es líder en trasplante de órganos, e incluso se prevé fabricarlos mediante impresoras 3D, y salvar muchas vidas. Me siento orgullosa del sistema sanitario español, que no deja morir a nadie en la cuneta, y también de nuestros equipos médicos. Lo que me tiene descolocada es que en el DOLOR, se haya avanzado comparativamente tan poco. Parece ser que existe una Terapia Magnética Transcraneal, introducida en España recientemente. Digo «parece» porque, de momento, no la he probado, ni sé siquiera si sería candidata, tendría opción o podría pagarme tales avances. De ser efectiva, sería la panacea: sin medicación alguna y «simplemente» activando o desactivando los puntos neuronales correctos lo mismo te cura una depresión que te elimina un dolor. Como no puedo hablar desde mi experiencia, lo dejo ahí. Aunque sí pienso, o quiero creer, que abre una nueva puerta a la esperanza para muchos pacientes. Al menos otra compañera sufridora me dio fe de su eficacia: a ella le había funcionado de maravilla en un tema de fibromialgia (no es mi caso).
Ahora bien, el sufrimiento tiene muchas caras. La mayoría son amargas. El peor trago, el de la invisibilidad. Esa duda que corroe a ciertos prójimos, que al verte caminar sobre dos piernas, en vez de sobre una silla de ruedas, se preguntan si de verdad «¿estás tan mal?». Claro, que no ofende nadie a quien no aprecies. Pero siembra dudas a tu alrededor, y pueden ser molestas.
¿Hay alguien que se atreva a otorgarle alguna cara amable al dolor?
Después de mucho tiempo, he llegado a descubrir que -y mira que me pesa- puede ayudarnos a comprender mejor a otros que también lo pasan mal, de otra cualquier manera. Pero no os voy a mentir: preferiría un millón de veces comprender menos y vivir sin padecimientos. O, al menos, es lo que pienso hoy, después de tres meses de tortura. Y de que la ketamina -un derivado del opio- y la lidocaína -un anestésico- que me han administrado en la Unidad del Dolor esté corriendo por mis venas.
El punto y final a esta historia, que nunca pretendió dar pena, es «lo más mejor de todo» : la intensidad de colores, formas, olores, emociones, que regresan a mí cuando por fin el hierro clavado en mis huesos desaparece. Es la felicidad de una niña que descubre el mundo poco a poco por primera vez.
Nota: No quiero dejar de lado a mis queridos Gussy, Iris, Olivia y Patatita. Dos perros y dos gatas, todos de protectoras, quienes son mis mejores aliados cuando lo paso mal. Me sacan sonrisas y escuchan mis penas. Los adoro. No me preguntan por qué tengo mala cara, o estoy de mal humor. Si lloro o río a destiempo. Están ahí para mí y yo estoy ahí para ellos. Son amores incondicionales.
Por Sonsoles Maroto Pérez