Terminamos la semana con un nuevo comentario de nuestra corresponsal en la Luna con motivo del aniversario de la pandemia. Deseando que podamos volver a abrazanos y besarnos pronto.
BESOS CONFI(n)ADOS
Sin besos, sin tocarnos… extrañados, abandonados. Solitarios muchos en sus pisos de 40 metros cuadrados; confinados o en semi libertad, un año ya. Toques de queda, en vez de toques de sensualidad. Mascarillas, en vez de sonrisas. EPIs, en lugar abrazos. Solo hablamos de distancia de seguridad, de acortar distancias ya nos hemos olvidado. Ahora contemplo de nuevo la obra El beso, de Gustav Klimt. ¡¡UN BESO!! Ah, pero ¿aún quedan? ¿Dónde hay que apuntarse? ¿Me puedo quitar la mascarilla? ¿Me lo puede dar mi hermano, que vive en Logroño y no veo hace once meses?
UN BESO. Recuerdo que los había de varios tipos. De mamis. De amigos. De amantes, con lengua. De primer encuentro adolescente, de labios. De niños, con babas. De mis perros, con más babas. De gata, con lengua rasposa. ¡¡Uyy, si yo intentara clasificar todos los montones de besos que llevo dados en mi vida!! -soy besucona empedernida- podría escribir un tratado de «besología con atrezo», ja,ja,ja. El beso sirve para cerrar muchas cosas. Sutura discusiones. Limpia heridas. Hace olvidar afrentas. Acerca a los distanciados. Aviva la pasión de los enamorados. Pero, sin besos, como sin sal en la mesa, estoy cayendo en un sinsabor monótono del que tardaré en recuperarme. Vivo en esta jaula que el virus pandémico ha construido alrededor de cada uno de los seres a los que amo. Menos mis mascotas. Ellas sostienen la ternura de mis días, calientan mi sofá, me miran el alma.
BESAR. ¿Es como ir en bicicleta? Tal vez haya olvidado cómo se da un buen y sabroso beso. Incluso me planteo, ¿nos vamos a acostumbrar a vivir en la alambrada? ¿Terminaremos por no necesitar besos, ni abrazos, ni caricias… ? o, lo que sería peor, ¿por creer que no los necesitamos?
SE BUSCA SOCIÓLOGO EMOCIONAL. Sí, desesperadamente. Si hay alguien en esta sala de lectura, que sepa de estas cuestiones, por favor, salga. Hay un corazón confuso aquí. Y nadie sabe responder. Un sociólogo que haya estudiado las reacciones humanas tras largos períodos de aislamiento. Por favor, urge. Caso perdido de mujer soñadora. Sin tratamiento ni respuestas, podría colapsar y convertirse en una muñeca hinchable o robot japonés.
S.O.S.: soy la amiga de la que escribía antes. Creo que ha sufrido un brote de confinamiento agudo. Dice que no me acerque más de metro y medio. O, de lo contrario, que me ponga una mascarilla. Que me lave las manos cuatro veces con un gel de alcohol, y que si no me dejo tomar la temperatura, que me despida de volver a verla. Parece un brote serio. Les voy dejando. Vienen los del SAMUR. La van a sedar. La encontré sola, pero no deja de hablar de «EL BESO».
Por Sonsoles Maroto