Brevedades improvisadas: La cena
Abrimos la semana con una nueva historia de Chema Montes, esta vez es un dialogo mientras nuestros protagonistas preparan la cena. No puedo adelantaros nada más ya que sino estropearía la magia de esta historia. En la que Chema Montes logra que seamos capaces de imaginarnos todo lo que sucede solo con lo que dicen los personajes sin necesidad de ninguna acotación o descripción. Y sin más le doy la palabra a los protagonistas de La cena.
La cena
—Entonces, ¿no vas a decir nada?
—¿Nada de qué? Estoy preparando la sopa.
—Por favor, esto es algo serio, ¿quieres al menos mirarme y decir qué piensas?
—¿Qué pienso de qué? Pues no lo sé, es un marrón de cojones.
—¿En serio? No me digas. Si eso es todo lo que tienes que decir pues como que no te vuelvo a preguntar.
—De verdad que no sé qué decirte. Solo pienso en que la sopa no esté muy salada para que no nos dé mucha sed esta noche.
—Flipo contigo, de verdad, tan maduro para unas cosas y tan infantil para otras. ¿Me quieres decir, por favor, de qué te estas riendo? Joder, esto es muy serio.
—¡Ya sé que es serio! Me río sin darme cuenta, quizá te crees que no me doy cuenta de lo serio que es esto, sé que es tremendamente serio y te prometo que no sé qué decir. Es solo una risa nerviosa, sabes que cuando me pongo nervioso pues me río. ¿Qué quieres que le haga? No le pongas más sal, que ya le he echado antes.
—Pues ya me dirás tú qué hacemos. ¿Ya le habías echado sal?
—¿Yo? Perdona, pero esto es una decisión que tenemos que tomar los dos, al cincuenta por ciento, no puede decidir uno de los dos por el otro.
—¿Y ya está? Esa es tu solución. Coño, claro que los dos tenemos que tomar la decisión, eso creo que ni se discute, pero necesito saber qué idea tienes. Pero antes, por favor, quita esa estúpida sonrisa antes de que me vaya. ¡Quieres dejar de remover la puta sopa! Vas a marear a los fideos. ¡Y mírame!
—¡Perdona! Pues no sé, o sea, ahora, en este momento, bien lo que se dice bien no nos viene, pero tampoco sabemos si más adelante podremos tener la oportunidad de tenerlo, es decir, no sabemos si en el futuro habrá algún problema, sea cual sea, y ahí nos dé por pensar que tendríamos que haber tomado otra decisión.
—Sí, ahí llevas razón, pero cariño, en este momento no sé si podemos tenerlo. Bueno, por un lado yo quiero pero por otro no, y no sé qué camino debo coger. Prueba a ver cómo está de sal.
—Estoy igual, te lo prometo, una parte de mí está preparado pero a la otra le aterra la idea de pensar que esto sea real. Y si no subo el fuego, esta sopa no se hace hasta mañana, eso es lo único que tengo seguro.
—Pues súbelo, que tampoco tengo toda la noche. Entonces, en serio, vamos a hablar en serio, ¿qué hacemos? No sé si estamos preparados para dar este paso.
—¿Y cuándo crees que lo estaremos? Porque tal y como lo veo creo que no lo vamos a estar nunca, pero digo yo que en algún momento tendremos que estarlo. No sé, imagino que para estas cosas hay una edad así como marcada, seguro que lo pone en la Constitución, luego lo miro.
—Puede ser, no sé, estoy muy liada. ¿Hay algo más que la sopa?
—Pavo a la plancha y una ensalada pequeña con los tomates que quedan. Pásamelos, por favor, que lo voy preparando. ¿Le pongo pasas a los tomates?
—¿Hay pan? Me apetece pan tostado.
—Hay, hay, mientras me quede para desayunar…
—Que sí, tranquilo, que solo quiero un poco. Entonces, sigamos con el tema, dime qué piensas, pero de verdad.
—Pues veamos, pienso que es un paso importante pero que es un paso, creo, inevitable porque creo que los dos queremos darlo. ¿Verdad? El pan no está ahí, está donde la fruta.
—¿Y por qué pones el pan donde la fruta? Bueno, da igual. Sí, los dos queremos darlo, ya lo habíamos hablado varias veces. Si yo creo que el problema no es hacerlo, sé que los dos pensamos lo mismo, el tema es que si ahora, precisamente ahora, estamos preparados.
—Parte un poco más de pan. ¿Quieres que corte queso? Creo que va a ser poca cena. ¿Mira a ver cómo va la sopa?
—Le quedan como cinco minutos.
—Perfecto. Pues entonces, el tema está así, el preservativo se ha roto y los dos confiamos en una efectividad del cien por cien de mis espermatozoides. Es decir, ya damos por sentado que estás embarazada.
—En serio, ¿el cien por cien?
—¿Me equivoco?
—No, no sé, yo qué se, pero es verdad, quizá estemos dándole más importancia de la que tiene y luego no pasa nada. Ya nos ha pasado un par de veces. ¿De qué te ríes?
—De que a la tercera va la vencida. Y de que te toca poner la mesa.
—No seas imbécil, que esto no es para bromear. ¿Tú estás seguro de que se te ha roto dentro? No sé, puede que haya sido al quitártelo que lo has rajado con una uña porque siempre las tienes mal cortadas. ¡Por qué coño tengo que poner siempre la mesa!
—No sé, yo creo que no, que ha sido dentro, pero no tengo la total certeza de ello. ¿Te apetecen unas almendras? Las he tostado esta tarde.
—Vale. ¿Hay fuet? Me apetece un poco.
—Sí, claro, corto un poco. A la sopa no le queda mucho.
—Está, está, voy a poner la puta mesa y seguimos hablando. ¿Pero por qué has puesto el pan junto la fruta?
—El pavo lo cenamos mañana, que se pone malo.
—Vale, por cierto, la sopa huele genial, ¿es caldo de cocido?
—Sí, quedaba un bote todavía en el congelador.
—¿Al final que hay de cena?
—Pues la sopa, el fuet, la ensalada y las almendras… el pan tostado no recuerdo para qué… y el queso…
—No hemos dicho nada de queso. ¿Tú ha dicho algo de queso?
—He pensado en el queso. Bueno, déjalo, que al final cenamos mañana. Los fideos están un poco duros, creo que otros cinco minutos serán suficientes. ¿Seguimos hablando mientras?
—Ay, sí, sí, sigamos. ¿Por dónde íbamos?
—Por ningún sitio, básicamente en que es posible que estemos embarazados y de que no sabemos muy bien qué hacer. ¿Queremos tenerlo o podemos tenerlo? Creo que la dicotomía es esa.
—¿Has aprendido esa palabra hoy? La has dicho como tres veces. Dicotomía esto, dicotomía lo otro, dicotomía por aquí y por allá…
—En fin…¿entonces qué?
—Pues eso, que si estoy embarazada tenemos un marrón. ¿O no es un marrón y estamos exagerando? No sé, puede que sí, si ya lo habíamos hablado antes, que ahora estamos bien, tú en el curro guay, yo en el curro guay, nuestros amigos todos con hijos, tenemos más o menos ganas…
—Ya, pero tener más o menos ganas es como no tener ganas del todo y no estamos hablando de comprarnos un coche. O sea, es ser padres, tener un hijo, una responsabilidad para toda la vida, tenerlo en casa hasta los treinta cinco años por lo menos, no dormir bien cuando salga de fiesta, tener que discutir, vivir con un adolescente. ¡Con un adolescente! ¿Eres consciente de lo que eso significa? Que sí, que cuando son pequeños son muy monos y tal, pero luego crecen y se convierten en bestias.
—Pero te hacen dibujos en el cole.
—Te hacen dibujos en el cole, eso es verdad…menudo jaleo…
—Quiero queso. ¿También está al lado de la fruta?
—No, está en tu armario, donde los tangas.
—Buen sitio, sí señor. ¿Corto queso o no corto queso? ¿Lo tenemos o no lo tenemos?
—Uf, muchas preguntas la vez. ¿Tú qué dices?
—Que quiero queso. Y que lo podríamos tener perfectamente. Y que ya no me acuerdo de qué vamos a cenar, ni tampoco tengo claro si vamos a cenar algún día.
—Creo que los fideos se han pasado.
—Normal, llevan cociendo desde Navidad, lo raro es que sigan teniendo forma. Bueno, que eso, que yo creo que sí, que podemos tenerlo. ¿Y tú qué dices?
—Que adelante, que lo hagamos, que seamos padres. Que podemos y queremos. No sé si estamos preparados, pero quién cojones lo está. Ya te lo digo yo, nadie.
—Pues decidido, me hago la prueba, y si lo estamos, pues lo celebramos.
—Y si no lo estamos, lo volvemos a intentar.
—Tú lo que quieres es llevarme a la cama, picarón.
—Y cenar de una vez, que me como un caballo.
—Vamos a ser padres, ¿eres consciente de lo que eso significa? Nuestra vida va a cambiar, dejará de ser únicamente nuestra, puede que dejemos de ser nosotros en algún momento y hasta que nos odiemos. Tendremos preocupaciones de esas que llaman de verdad, de personas adultas, de personas responsables. Viviremos en un continuo estado de alarma, veremos peligros en cada rincón, sufriremos con cada resfriado, con cada golpe. Pelearemos para que coma, para que ordene su habitación, para que nos haga caso de vez en cuando. Pero veremos crecer una parte de nosotros, nos preocuparemos por si estamos educándolo bien o mal, si le estamos transmitiendo valores. Dudaremos de cada decisión que tomemos, nos pondremos nerviosos con cada decisión que tome por su cuenta, le veremos irse y volver, crecer, llorar, reír, ilusionarse, enamorarse. Le daremos los mismos consejos que odiamos que nos den nuestros padres, no reiremos con sus primeras borracheras. Estaremos orgullosos cuando nos dé motivos y decepcionados cuando tengamos que estarlo. Incluso discutiremos porque pensaremos cosas distintas tú y yo. Viviremos cada día con la idea de si lo estaremos haciendo bien o mal. ¿No te parece una locura?
—Yo te voy a querer siempre.
—Y yo a ti, aunque habrá días que te odie y que no te quiera ni ver.
—¿Cenamos, mami?
—Cenamos, papi, cenamos.
—¿Estás preparada?
—¿Para cenar o para lo otro?
—¿Y tú?
—Para las dos cosas.
—Pues nada más que hablar.
—Pues eso, no hablemos más. Y no te olvides del queso.
Por Chema Montes