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Un mes más ya estamos de vuelta con nuestro autor del mes. Esta vez la elegida ha sido María Serra, autora de la saga Raleluköides y que este mes ha tenido el honor de ser una de las primeras ponentes en romper el fuego en la HispaCón 2020 que se ha realizado de forma virtual. Así que os invitamos a acompañarnos a conocer un poco más en profundidad a esta maravillosa escritora de Ciencia Ficción:
María Serra
Cursa Publicidad entre 1976 y 1980 y Diseño y Moda en 1985 y 1986 en la Escuela de Arte de Alcoi. En 1993 se licencia en Filosofía y Letras, en la especialidad en Filología Hispánica, en la Universidad de Alicante. En 1996 obtiene el Grado de Licenciatura a través de su Tesina: La Novela Histórica Española: Ramón López Soler.
En 1999 es premiada por el cuento: Caja de guerra. Además de esporádicas colaboraciones en revistas, catálogos de arte y periódicos, publica una serie de artículos, bajo el epígrafe Atrapar a Mefistófeles en el periódico Comarcal.net.
En 2000 crea y dirige la revista literaria: El Pie Restante.
En 2004 publica Dos ancianas, un sobrino, y un desfile de modas, y otros cuentos en la revista de creación literaria burgalesa: Palabras.
En 2013 autopublica la novela Hermenauta de la Trilogía del desdrama.
En 2019 da comienzo a la Tetralogía Raleluköides con la publicación de El despertar de Raleluköides en Grupo Tierra Trivium.
En 2020 publica Encuentro con los Dioses con Grupo Tierra Trivium (segunda novela de la saga Raleluköides).
Así que tras conocer un poco más de María Serra o Mado Serra, os traemos un relato que ha tenido el placer de escribirnos para la ocasión con su característico humor. Disfrutad de esta delicatesen.
Que mejor recibimiento al volver a la Tierra tras un un año de trabajo por la galaxia que una broma de todos tus compañeros, ¿o no?
La Broma
Le ordeno a Fleming que ponga rumbo a Tierra, a casita por fin, y me encierro en mi cubículo para escuchar aquello tan importante que Leo tiene que contarme. Activo el modo confidencial y la imagen de la base de control se holografía a mi alrededor. Deambulo entre las mesas virtuales de mis compañeros en Tierra. Me sorprende que la sala esté vacía y los equipos funcionando a pleno rendimiento. Me asomo a las pantallas de comunicación. Todas muestran la misma ausencia de personal. Me fijo y encuentro una diferencia: los montoncitos de ropa que, perdido el relleno humano, aparecen desparramados en asientos y pasillos. Como si la humanidad se hubiese desvanecido de repente.
Leo me está gastando una broma.
Aparto la vista de las pantallas, seguramente reprogramadas por Leo para darle realismo a la broma, y me río cuando al echar otro vistazo, descubro su ropa en su silla. ¡Ay, Leo! Ni aunque fueses el último hombre en la Tierra.
Espero a que aparezca a recuperar sus prendas para burlarme de sus piernas de palillo.
Estoy de muy buen humor, por fin regreso a casa. Hace solo un año de mi partida y, en un tiempo record, he cargado en la nave todo el debrís localizado por DRRR & Co, la empresa de recogida de basura espacial para la que vivo. Seguro que el equipo de presidencia me premia con unas vacaciones en CH-412, donde el aire es irrespirable (se necesita máscara de oxígeno) pero te puedes inflar a comer queso gourmet.
Los minutos pasan y Leo no aparece. ¿Debería preocuparme o su tardanza forma parte de la broma?
Fleming llama a la puerta para recordarme que es hora de comer. Le hago pasar. Cuando Leo aparezca en pantalla y vea al droide menos dotado para el humor a mi lado se va a molestar. Se lo merece, me tiene esperando ya cinco minutos terrestres.
Se lo cuento a Fleming. Él me sugiere visualizar la base unos minutos antes. El desvanecimiento de la humanidad es una posibilidad. Me lo dice el inhumorado, como lo llamo yo a veces.
No obstante le hago caso. A ver que hay… pongamos ocho minutos antes.
Lo que hay es un caos. Mi cubículo se llena de hologramas superpuestos que interfieren unos con otros. Trato de distinguir la base de control de la DRRR & Co y lo que veo es a Rita, a la supervisora y al nuevo saliendo por la puerta a toda prisa mientras Leo vocaliza palabras que no consigo oír por culpa de otros hologramas. Les echo un vistazo. Reconozco a la presidenta de Cow-Droids, al ministro absolutista de Astilleros L.L., al autoproclamado rey de Fritanga Bio (país colindante al nuestro). Sus imágenes se embrollan con las de economistas, actores, artistas y millonarias de moda. El resto son personas desconocidas. Todas me piden lo mismo: que las recoja en sus domicilios para escapar de la Tierra. Cierro la comunicación porque me estoy mareando.
¡Buen trabajo, Leo! Admito que el montaje me supera y Fleming está de acuerdo conmigo ya que, según sus deducciones, lo que ocurre es real. O fue real apenas hace unos minutos.
A ver qué dice Leo. Me estoy mosqueando así que abro de nuevo el canal de comunicación y lo llevo diez minutos atrás dándole preponderancia a mi amigo. Le oigo suplicarme que no regrese a Tierra hasta agotar los recursos de la nave. Me pide (habla muy deprisa y muy nervioso) que contacte con todos los astronautas que pueda, y me advierte que la raza humana desaparecerá en dos…
En dos segundos veo al nuevo (el último en salir) y a Leo volverse transparentes y deshacerse mientras su ropa adelgaza y se desliza hasta desinflarse por completo. Con pocos segundos de diferencia observo desaparecer al resto de personas que han estado mareando en mi comunicador.
Me olvido de la comida. Fleming y yo volvemos al puente de mando y tratamos de comunicarnos con la base. Negativo. Con los países colindantes. Idem. Con países lejanos. Ninguna señal. Con tripulantes de aviones, globos, barcos, submarinos, satélites. Nada. Activamos el protocolo In Extremis que nos proporciona las coordenadas de los países secretos como Milites inmortalis, Exterminator 9, Seismic Co., Invisible-H.H-Eterno o Proyecto Primavera, de los que nada sabía. Me arriesgo, lanzo los mensajes cifrados y se me llena el buzón de archivos desplegables.
Curioseo. Le señalo algunos a mi droide, pero sin dotación humorística no le ve la gracia. Yo sí (a pesar de la presunta hecatombe). Todos imparten instrucciones para formar una nueva civilización. Y cada uno impone su particular ideología, amenazando con todo tipo de castigos y desgracias a quien desobedezca la normativa detallada en el desplegable. Castigos y desgracias aquí, allá y más allá.
Si de verdad soy la última haré lo que me venga en gana. ¡Soy la última!
Ya no pienso que sea una broma de Leo. Me quedo pasmada. ¿De verdad es el fin de la humanidad? Se me amontonan los muertos en mis recuerdos y se me declara una taquicardia. No lloro de lo angustiada que estoy. Pero como me empeño en sobrevivir, me aplico el protocolo SP (Soy Prioridad) que nos impartieron en la Academia. 1º Punto Realidad: no hay remedio en el pasado sino en el futuro. 2º Punto Optimista: estaré sola, pero absolutísimamente libre. 3º Punto Deseo: patear los lugares más bonitos de Tierra hasta morir. 4º Punto Clave: ignorar todas las órdenes, ahora mando yo.
Le pido a Fleming que compruebe cuánto tiempo sobreviviremos en el espacio. Una hora y doce minutos de margen antes de que la nave me deje sin vida. Pues mira tú, que futuro tan misérrimo.
El piloto del comunicador parpadea. Es el tripulante de la Cristal Boheme que contacta con nosotros. No estoy sola. No sé que ha pasado. Le digo. Me dice. Ambos relatos coinciden en todo, incluidas las estériles órdenes de quienes confundieron su soberbia con merecimientos.
¿Y sus recursos? Pues igual.
Consulto con Fleming el lugar más bonito de la Tierra. Si voy a morir mejor en compañía que sola. Total, apenas será un ratito.
¿Te apetece una aurora boreal, una bebida fuerte y llenarte el rostro de salitre? El de la Boheme acepta. A Fleming no se lo pregunto. Se lo ordeno y punto.
Aterrizamos casi al mismo tiempo. Salimos al exterior y me pongo a toser el aire enrarecido del planeta. ¡Cómo no! Después de pasar un año respirando aire purificado. Saludo a Boheme que trae consigo una caja de botellines de sidra. ¿Bebida fuerte? Fleming improvisa tres asientos de cara al océano y nos llega el salitre prometido. Hubo un tiempo en que aquella fue una zona de hielo. Me hubiera gustado conocer el planeta cuando no estaba tan malherido. No vemos las auroras, pero los cambios de pigmentación que traen los contaminantes no son tan feos (punto optimista).
Brindamos y esperamos la muerte mientras charlamos como viejos conocidos, preguntándonos qué demonios ha ocurrido.
Un grupo de ballenas jorobadas ondean las aguas, océano adentro. Nos alegramos de que todavía queden algunas. Boheme dice que la exterminación no afecta a los animales ni a las plantas. Solo humanos.
Y la gran pregunta, ¿a todos?
Miro mi reloj. Llevamos vivos más de diez minutos. De Fleming no me extraña, porque es un droide. Pero Boheme y yo no notamos nada extraño.
Aventuro la teoría de que el planeta ha expirado y la raza humana ha sido la primera en extinguirse. Tal vez incluso lleve siglos tratando de deshacerse de nosotros. Y añado que, con su último aliento (o lo que fuera), el planeta ha conseguido exterminar al parásito que lo estaba matando.
Y seguimos vivos, Boheme y yo.
Parece que la temperatura baja un poco y Fleming, siempre a mi servicio, se va a la nave a por una chaquetilla para mí.
En eso Boheme se vuelve hacia mí. Yo sé qué me va a pedir.
Le digo que no. Que de ningún modo voy a ser la madre de una nueva humanidad. Que me doy cuenta de que el halo exterminador parece haber desaparecido y que con la utilización del Ovul-protect 218 y del Espermatrón-CZ, que todos llevamos en nuestras naves, podríamos regenerar la raza humana. Él trata de hablar, pero no se lo permito. Le digo que me importan un pito las órdenes de quienes se empeñan en mandar hasta después de muertos. Que soy libre y yo decido. Que el planeta ya ha sufrido lo suyo.
Él asiente, Fleming me pasa la chaqueta, nos bebemos toda la sidra y nos vamos a dormir.
Dentro de la nave le ordeno a Fleming que asegure el cierre y le explico que no me fío de Boheme. Que bien pudiera ser un fanático humanófilo. Empiezo a regir mi futurito (no creo que vaya para largo). O me marcho a otro lugar, o me cargo a Boheme para estar tranquila.
Fleming se ríe por primera vez desde que lo adquirí. ¿Qué?
Pues que es un droide. No hay necesidad de huir ni de matarlo.
Qué alivio.
Por María Serra