An awfully big adventure

Son innumerables las obras dedicadas a la magia mortal de hacerse mayor

La maravilla por excelencia a cerca de esto es nuestro querido e inmortal Peter Pan. Tanto “Peter Pan y Wendy”—la famosa y aclamada novela que adapta la obra de teatro escrita hace la friolera de 114 años– como “Peter Pan en Kengsinton Gardens” el personaje principal es aquél niño entrañablemente olvidadizo con el que todos nos hemos identificado alguna vez: el que no quería crecer.

Siempre me ha dado mariposas en el estómago la idea de alguien con la imaginación tan despierta como para escribir una obra que explique con tanta maestría la mente de un niño. Es a la vez trágica y clásica, romántica y cómica… una contradicción en términos como la vida misma.

Tengo que confesar que, aunque no suelo tener pensamientos románticos—en el sentido estético de la palabra—sobre autores porque, técnicamente, me cuesta mucho acercarme a un texto sin desechar las explicaciones biográficas porque me parecen engañosas, no creo que una personalidad sea lo único que influye en la gestación de una obra, existe un contexto unas raíces literarias, una tradición… Barrie me enamora y me da una envidia terrible como autor.

NPG x228; J.M. Barrie by George Charles Beresford

En las fotografías más accesibles de él, veréis (o tal vez lo veo yo por autosugestión) una viva, intrépida y escéptica mirada que no parece observar el mundo sino ver más allá. A mí me gusta pensar que tiene una mirada telescópica interdimensional y puede ver los barcos pirata, los tipis, las casas bajo tierra, las cascadas y los placeres, los peligros de ser niño cuando quiera.

Y así yo también puedo recordarlas.  Con el tiempo, he releído las páginas con mucho cariño, a cada lectura encuentro siempre algo nuevo pero no deja de sorprenderme el tono que usa Barrie. Está en el límite imposible entre hablarle a un niño y a un adulto a la vez.

¿No es eso lo que queremos de un libro infantil?

Que sea capaz de hablarnos a nosotros de niños y que eso resuene para siempre en nosotros, que el eco vuelva años después y nos enseñe algo…

Es una idea comúnmente malentendida que la literatura infantil tiene que ser densa en valores, densa en enseñanzas profundas que nos sirvan para cambiar el mundo y enseñarnos a vivir. Pero era Montaigne, creo, que decía que estudiar, leer, debía enseñar a bien vivir… y a bien morir.

En eso hay una tradición incontestable.

Barrie entronca su obra con la historia clásica de los autores románticos en un punto tan cercano como en el tercer capítulo de Peter Pan y Wendy : “¡Vamos, vamos!” y es ese  principio recuerda directamente a  un poema de Yeats  que parece preveer la existencia de Peter:

“¡Vamos, oh, niño humano! / A las aguas y la naturaleza / con un hada, de la mano.” (1889)

Parece que veo la escena de Hook  en que el bebé Peter vuela hacia la luz con Campanilla, hasta ese punto es contemporánea.

¿Porqué no preparar a los niños para la lucha? Para la soledad, para la batalla contra Garfio, contra su propia inocencia, contra su propia crueldad.

Hay dos focos muy claros de los que podemos aprender a hacer resonar en los adultos la literatura que leen de pequeños.

El primero es el magistral “Crecer será una gran aventura” que se termina transformando en “morir será una gran aventura” cuando Peter se encuentra solo ante la marea y la noche en un pequeña isla dónde no hay escapatoria.. y de la  que, eventualmente termina saliendo. Pero ¡eh! ¿No es esa la imagen perfecta del hecho de crecer? Ya nos la ha dicho, es algo que para un niño puede no ser más que una piedra en el camino de la historia, un nudo con su desenlace… pero para un adulto es mucho más que un consuelo, es una verdad universal que puedes atesorar en un rincón de tu isla y sacar más tarde cuando necesites consuelo.

El segundo, y mi preferido, es el final agridulce en el que el narrador se despide de nosotros recordándonos la eterna repetición de las aventuras de Peter, que volverá una y otra vez a buscar a Wendy y a sus hijas, dejándonos así el mensaje de que, pase lo que pase, la niñez seguirá ahí, riendo, olvidando… “mientras los niños sean risueños, inocentes y crueles».

Espero haberos abierto el apetito de una lectura nostálgica de verano. A volar.

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