Esta semana para sacarnos una sonrisa Rosa María Mateos nos trae una Trilogía de gafes de la que lo mejor es mantenerse a una distancia prudencial no vaya a ser que nos pase algo. Así que mucho cuidado con ellos.
Trilogía de gafes
Tengo que confesar que he reído con la historia de Roy Sullivan, a pesar de su tremenda desgracia. Este pobre guarda forestal de Virginia fue alcanzado hasta en siete ocasiones por un rayo a lo largo de su vida. En el hospital de su ciudad ya no daban crédito y era conocido por todo el personal como «El Pararrayos». Su mujer acabó dejándole, no sólo por la sospecha de estar casada con un condensador eléctrico, sino porque salir de paseo con él era toda una temeridad.
Otro colmo de la mala suerte es la historia del matrimonio inglés Jason y Jenny Cairns-Lawrence. Fueron testigos, mientras se encontraban haciendo turismo, de tres de los más sangrientos atentados de los últimos tiempos: el de las Torres Gemelas de Nueva York (2001); el ataque con bombas al centro de Londres (2005), y el magnicidio de Bombay (2008). La Interpol les tuvo en el ojo de mira durante largo tiempo porque no era creíble la inocencia de esta pareja, que tenía la mala costumbre de aparecer siempre en el lugar del crimen.
De todas las historias escudriñadas en los anales de la mala suerte, la más increíble es la del texano Henry Ziegland. En 1883, cuando salía de su casa, esquivó una serie de disparos que le dedicó un cuñado resentido. Una de aquellas balas de plomo quedó alojada en el interior de un árbol de su jardín, oculta durante 20 años. Henry decidió hacer reformas en el exterior de su vivienda y no se le ocurrió otra idea que volar con dinamita el árbol que dos décadas atrás había retenido su propia muerte. La explosión liberó la bala que salió disparada directamente hacia su cabeza, causándole la muerte en el acto.
Con mayor o menor destreza, caminamos como un funambulista por la cuerda floja. ¿Qué porcentaje de los derroteros que toma la vida son fruto del azar? ¿Cómo puede influir la buena o la mala suerte en nuestro viaje por este mundo?
Don Jacinto Benavente afirmaba que «todos creen que tener talento es cuestión de suerte; nadie piensa que la suerte pueda ser cuestión de talento».
Buen domingo y buena suerte.
Por Rosa María Mateos