37º Latitud Norte: Macondo

por | domingo, 19 abril, 2020 | 37º Latitud Norte, Noticias, OCULTO

niños durmiendo en sillas de playa. De Cartier Bresson

En este domingo a pocos días del Día del Libro, y habiendo pasado ya seis años desde que nos dejó Gabriel García Márquez, Rosa María Mateos nos trae esta historia. Se que os gustará y sin decir mucho más para no desvelar ninguna sorpresa os dejo con Macondo.

MACONDO

Los niños de la clase de cinco años adoran a su seño Remedios. Si luce el sol, les organiza juegos en el patio, carreras a la pata coja, cuidan el pequeño jardín de aromáticas y aprovechan para inventar historias bajo el algarrobo. Los días de frío y lluvia, representan obras de teatro en el aula y confeccionan disfraces de animales salvajes, piratas cojos y princesas valientes. Los niños saben más de treinta canciones de pe a pa y recitan los versos de Gloria Fuertes a ritmo de sainete.

Después de comer están cansados, así que la maestra les arrulla con una voz tan dulce y melodiosa que caen rendidos sobre las hamacas. Les lee Cien años de Soledad, una y otra vez, para que sueñen con Arcadios, Aurelianos, Úrsulas, colas de puerco y los ingeniosos inventos de Melquíades. Es el momento de serenar el alma, con el revoloteo de fondo de las mariposas amarillas.

El WhatsApp de las madres y padres se ha puesto en marcha:

—Los del otro curso saben contar hasta cien en inglés.

—Y hacen sumas de dos cifras.

—A mi hijo le obliga a disfrazarse de princesa.

—Pierden el tiempo jugando en el patio.

—Hay que hablar con el director.

Lo que no comentan los mayores es que los niños tienen unos colores que da gusto verlos, que cada mañana tienen más prisa por llegar al colegio y que manejan un vocabulario tan rico que son capaces de expresar con precisión lo que sienten y lo que piensan. Saben el significado de palabras como azogote, marmita, golilla y hedentina, y han sido testigos de la floración del tomillo, el romero y la mejorana.

Después de Semana Santa, la seño Remedios no ha regresado. En su lugar ha venido un palo estirado que les pone muchos deberes y no sabe cantar. Ya no duermen ni salen al patio, y los disfraces han desaparecido del aula junto a las marionetas de cinco dedos. A cambio saben escribir pencil, house and teacher; suman llevándose una y cuentan hasta one hundred and fifty. Los padres se felicitan efusivamente por el grupo.

Hay un precioso lugar llamado Macondo donde los sueños y la realidad se confunden. Es un jardín que solo se puede regar en la infancia, en el tiempo que los tallos son tiernos y el agua clara. En este vergel ya nadie escucha el aleteo de las mariposas amarillas porque la maldita estirpe de adultos ha condenado a los niños a cien años de soledad.


Por Rosa María Mateos

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