Este domingo Rosa María Mateos nos trae una historia peculiar con militares haciendo de bailarinas, pero como es mejor leerlo que os lo cuente yo, os dejo con Guerra y Paz.
Guerra y Paz
Nikolay, el hermano pequeño del presidente, tiene el oficio más envidiado del país y —sin duda— el puesto de mayor rango en la jerarquía militar. El distinguido mariscal es el estirador oficial del ejército ruso.
—Quiero un ejército flexible —dijo el presidente en su último discurso. Y su hermano se puso manos a la obra.
Cada mañana, pasa revista a los oficiales y les ordena ejercicios imposibles, más propios de contorsionistas que de guerreros. El mariscal persigue el objetivo de dirigir el mejor ejército de resistencia del mundo y se dedica con saña a dar las seis en punto con las piernas de sus subordinados.
Los militares calientan desde la madrugada en el patio del cuartel y siguen al pie de la letra la tabla de ejercicios de las bailarinas del Bolshoi. Por lo pronto tienen las articulaciones como un chicle y bordan el spagat mirando de frente. Ahora bien, todo aquel que no consigue un ángulo llano con las extremidades inferiores es condenado a leer Guerra y Paz durante las noches. El mariscal Nikoláievich no sospecha que les está regalando el mayor canto pacifista de la literatura rusa.
El panorama internacional es poco halagüeño; mientras los marines americanos echan músculo a base de pesas en los gimnasios, los militares rusos cultivan arabescos, fouettés y splits laterales. El día que ambos ejerciten el cerebro, contemplarán la paz en el horizonte y darán un plié cruzado con los dos brazos a mariscales, gerifaltes, poderosos y mandatarios del mundo.
Por Rosa María Mateos