Hoy nuestra querida Rosa María Mateos nos trae una interesante reflexión sobre el concepto de cultura de la mano de de una película argentina de la que esta entrada toma su título y la foto que acompaña estas lineas tomada en la cuidad de Alepo durante la guerra de Siria. Así que os dejo con las palabras de Rosa María Mateos en El Ciudanano ilustre.

Un anciano de barba y pelo canos escucha un disco en un tocadiscos sentado en una cama de matrimonio en medio de una habitación destrozada por una explosión. En la ciudad de Alepo (Siria) durante la guerra.
Joseph Eid. The music over the ruins of Aleppo

EL CIUDADANO ILUSTRE

La manipulación de la cultura

El Ciudadano ilustre es una película argentina que no deja indiferente. Se trata de una comedia negra y satírica sobre los avatares que sufre un premio Nobel de literatura al volver a su pueblo natal en la Argentina profunda. Como trasfondo del argumento se muestra con mucha inteligencia la instrumentalización de la cultura, esa manipulación que algunos hacen de las diversas artes para llevarse el gato al agua. Un momento memorable de la película es el siguiente monólogo del protagonista: La mejor política cultural es no tener ninguna. Siempre se considera a la cultura como algo débil, frágil, como algo raquítico que necesita ser custodiado, protegido, promovido y subvencionado. La cultura es indestructible. Es capaz de sobrevivir a las peores hecatombes. Hubo una tribu salvaje en África en cuyo lenguaje no existía la palabra «libertad». ¿Saben por qué? Porque eran libres.

Hemos pasado de una cultura manejada por las clases pudientes, las que se podían permitir cultivar el espíritu, a una cultura manipulada por la clase política, cuyo lema emponzoñado es: defender nuestra cultura. Siempre que alguien se exprese con la primera persona del plural ¡póngase en guardia! A pesar de la alfabetización plena de la sociedad, de la infinidad de medios de acceso a la cultura, seguimos con el «pan y circo» de los romanos. Los medios de comunicación se dirigen a la audiencia como si fuera tonta y se está promocionando una especie de regionalismo casposo para promocionar una «cultura popular» que otorgue al pueblo un sentimiento de pertenencia e identidad; suelen valerse de la lengua y el lugar de nacimiento como valores supremos para la exclusión.

Quizás la cultura sea algo tan sencillo como momentos de felicidad -en soledad o compartidos- que te permiten entender el mundo de diferentes formas. La cultura sobrevive a los peores cataclismos, pese al miedo que transmiten sus defensores oficiales; vean si no al ciudadano ilustre de la fotografía, disfrutando del último refugio que le brindan las notas de su gramola en una Siria devastada.


Por Rosa María Mateos