37º Latitud Norte: Despedida británica

por | domingo, 4 abril, 2021 | 37º Latitud Norte, Noticias, OCULTO

Un domingo más tenemos a nuestra querida Rosa María Mateos con un nuevo relato con ese punto surrealista que impregna sus textos, en este caso la despedida de un ilustre académico. Así que sin más preámbulos os dejo con esta Despedida británica de Rosa María Mateos que seguro que os saca más de una sonrisa.

Leonard Cohen despaldas con su característico sombrero y una gabardina cruzando un puente de madera.

Despedida británica

Mis queridas compañeras. He improvisado este frugal desayuno para confirmarles que, después de 40 años pululando por esta Universidad, he decidido poner fecha a ese momento tan esperado que es la jubilación. Ya conocen mi gran afición por la buena mesa, así que cambio las probetas y el microscopio por las cacerolas y los fogones. He de tomarme muy en serio el nombramiento de Caballero de Honor que recibí de la Reina, y debo compensar a este país por su pésima gastronomía. En eso consiste el patriotismo, no en ensalzar las virtudes de algo tan ocasional como el lugar donde uno nace, sino en enmendar las deficiencias de la cultura que uno recibe.

Ya conocen ustedes a mi mujer, esa tremenda escocesa de las Highlands que tiene la maldita costumbre de decir siempre lo que piensa. Según ella, llevo ya mucho tiempo repitiéndome en las ponencias, y ha llegado el momento de pasarles a ustedes el testigo. Sé muy bien que se miran de reojo cada vez que no recuerdo el nombre de una proteína, y que buscan mil excusas para no asistir a los aburridos actos académicos que organizamos los veteranos. Como decía Shakespeare: ¡el mundo es un gran teatro! En el nuestro, los actores protagonistas se perpetúan demasiado y abusamos de forma excesiva de los monólogos. Con el devenir del tiempo corremos el riesgo, como en Hamlet, de confundir la apariencia con la realidad.

Este viejo sombrero, que según ustedes le he robado a Leonard Cohen, es el único recuerdo que me queda de mi padre. Ya les he referido en otras ocasiones el origen humilde de mi familia y las enormes dificultades que tuvieron para darme una educación en esos duros tiempos de la postguerra. En nuestra granja, al este de Devon, desperté de niño un gran interés por la Medicina al observar minuciosamente las enfermedades raras que también padecen los animales. A punto de llegar a esa edad donde los achaques sustituyen a los deseos, me reconozco como un gentleman rural, y me emociono mucho más con el ruido del batir de las olas sobre los acantilados que con una representación de ópera en el Covent Garden.

Algunos colegas me animan a ocupar posibles cargos eméritos y honoríficos para sentirme útil. No teman, si tengo una certeza en la vida es que cuando la institución llega a ser necesaria para uno; y no uno para la institución, ha llegado el momento de marcharse. Mi madre, que era una mujer exquisita en el fondo y en las formas, me dejó bien claro que la educación consiste en saber identificar esos momentos en los que uno no debe estar.


Por Rosa María Mateos

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